No quisiera… ¿Cómo decirlo? No quisiera ser eco de una voz, que maniatada a falsas esperanzas se deshaga entre los tumultos de miradas del comosiempre. No quisiera ser el placebo de alguien tan insultantemente inteligente, que busqué en mí, eco, reflejo y espejo de los quehaceres de incontables días de ataduras. No. Hoy quizás no me autocastigue. Hoy quizás yo también pase frío. Hoy, como ayer, seré observador de entre las sombras del sipudiera.

Y si no es eso, no quiero, mas espero. Espero sentado en el lugar donde por una vez se cruzaron miradas y conversaciones cómplices. Espero a que lleguen los días en que pueda recitar los versos que quiero. Sin miedo. Sin miedo al hielo.

Allí seré, asesino de recuerdos y encuentros pasajeros, el anciano que espera su muerte entre la gente. ¿O acaso no espero eso? Quizás… a ti te espero. Espero una conversación que descongele todo este hielo. Más no será… para mí, desafortunadamente… nunca jamás.

Y jamás la verdad acudirá. Y jamás verás lágrimas surgir de este rostro de preguntas y respuestas. No todo tiene por que ser… no todo tiene por que pasar… y lo sé… jamás ocurrirá.

Y lo que se encuentre entre este mundo y lo que quiera que después exista me estará vetado por no cumplir un sueño, un miedo, un deseo. Seré alma errante en las voces de amantes distantes. Seré señuelo que fustigue los descubrimientos de los secretos. Seré, alma maldita…

Espero a voces al silencio. Espero encuentros. Aunque se que llegarán días de lamento. Pero me da igual. No hay destino. No lo quiero. Amo el camino que debajo de mis pies comienza y a donde me lleven valdrá la pena.