Y se fue nomás!
Se fue con lo puesto. Su plan, si es q era un plan, era desaparecer. Irse y no pensar; No pensar e irse, si volvía nunca o a los tres días, no importaba. La cosa era irse, a la mierda, donde sea, pero irse.
Era un día espectacular, un día templado y despejado en Agosto, uno de esos días en que se respira magia, un día en el que dan ganas de hacer cosas, un día en el que desaparecen las familias perfectas y felices en su universo de Mc Donalds, y desaparecen el chat y esas chicas q no te dan bola y esas camisas q no podes comprar. Un día así, de libertad.
Pero su mamá y su hermano, con quienes vivía, no lo dejaron salir.
- No podes salir.
- Por que?
- Tenés que hacer tarea.
- No tengo tarea.
- Igual no salís, no te acordás lo que hiciste la semana pasada?
- Eh.. Buéh. -pensó que era un día muy lindo, mágico, en el que podría desaparecer. Desaparecer. – tabien, tabien, no salgo una mierda.
Fue a su pieza y agarró un poco de plata, su mochila (de Boom Boom Kid), unos cassettes y el walkman. Abrió la ventana y empezó a correr hacía el portón, no miró para atrás a ver si le decían algo. Solo corrió y corrió hasta q las venas parecían transportar ácido. Y luego corrió un poco más.
A donde ir?
A lo de los amigos ni a palos, él se había cansado de ellos y ellos... suponía que también de él.
Compró unas cajas de vino y un poco de marihuana. Era un día re pila. Le recordaba a ala primera vez que no fue a dormir a casa, se había ido siguiendo a la chica que le gustaba, y con unos amigos, a ver un recital punk, cuando volvieron, se hicieron mimos entre la resaca, y el aliento a cigarrillo y alcohol, ellos dos, los únicos despiertos entre todos los cadáveres en una casa tomada.
El walkman le hacía retumbar la cabeza a ritmo Drum ´n´ bass. Agitando los serafines grises que Pablin escondía en las cavernas de su cráneo. Serafines cansados de todo y con una inclinación a suspirar malos consejos en el inconsciente de Pablin.
Las horas pasaron, se hizo de noche. Él ya estaba como burro sin mecate, iba dando tumbos, cantando mal y a pedazos canciones de Deftones. Estaba ido, y ahora quería desaparecer.
Los serafines actuaron y lo hicieron cruzar toda la ciudad hasta una calle bien transitada, en la cual pegó sin más, un salto al medio de la calle, frente a un auto.
Todo muy lento, estaban separados unos quince metros, que el auto, a la velocidad a la que iba, tardaría nada en hacerlos pasado.
En un momento de lucidez (tal vez debido al miedo, tal vez a la ansiedad) se lamento de no haber escrito en el espejo del baño “los odio, chau”. También se puso a pensar en quien iría a su funeral o si iba a quedar en una posición chistosa después del impacto.
La noche se tragó al auto, solo quedaron dos faroles, que eclipsaron todo, y él. Nada más. Se venía encima y el lo disfrutaba, tenía una sensibilidad especial en el cuerpo hacía la inercia del automóvil.
Ya se imaginaba el segundo antes de morir, en el q le alcanzaba a doler la espalda, en el que sentía el sabor de su propia sangre, el hueco en su cabeza y el grito de una abuelita a la que le salpicaba un poco de cerebro y serafines en época de celo.
Y simple, lo chocan, se apaga la luz, desaparece y chau.
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