Sólo recuerdo que entonces no era yo. Alguien escribía un río de metáforas, una lágrima de pétalos animales, una eternidad.
Punto y aparte.
Desde todos lados urge la inocencia.
Ya no es válida la súplica.
Alguien se robó todas las mirillas de todas las puertas de todos los salones de todos los hospicios.
Habitación de muros blancos donde alguien hecha sal sobre todos los juguetes. ¿Dónde termina la batalla y dónde empieza la tregua?
Ningún lugar es tregua, el alba no tiene donde. ¿Es el alba una tregua?
No sé quién es que escribe; recuerdo que entonces no era yo.
Que alguien quite el mármol de mis dedos.
Es tarde para el infierno, es tarde purgar la infancia y la memoria. No más purgatorios.
Yo no fui. Yo no dije. Yo no estuve. Yo no. Sin embargo grité. Y del corazón quedó sólo lo desconocido.
Fue detrás de una puerta. ¡Hacía tantos fríos! Yo sujetaba una flor en mi única mano. Creí que me estaban señalando el paraíso, pero ocurrió que yo no estaba en ningún lugar y la puerta no existía.
De pronto creí que alguien decía mi nombre, pero luego recordé que había olvidado mi identidad en algún cajón.
Y no respondí.
Nadie respondió por mí.
Me acaracolé de lentitud y de impaciencia, me fetalicé dormida.
Ahora quiero verme en el lugar donde vegetó la música antes del alba. Pero alguien se ha robado todos los espejos. Nadie me presta sus ojos para verme, y de nuevo ese miedo horrible a abrir los ojos y que el sol me deje ciega, a perder las pestañas, y es de nuevo el lugar oculto que trato de ocultar. Alguien se robó las escalas y las escaleras.
¿Qué será del gran espejo cuando muera?
Que no se coarte la belleza. Que no me llenen los días de verdades. Que no me lleven las hormigas en su espalda.
Quiero una pluma, no un plumaje.
Yo no quiero vivir; quiero que me vivas, que te refugies en mí como en un templo en llamas. Soy hogar. Punto. Inhabitable.
Y esto sigue porque sigo sin saber qué sigue.
Amar, temer, partir.
Inventariar despojos, acumular latidos, embolsar la memoria, incinerar distancias.
Amar, temer, partir.
Sacrificar terrores, mistificar vacíos, hacer altar de tanto hueso roto.
Quiero hacerme verbo en tu estática. Y ser repetitiva hasta el hartazgo. Enamorarme de la muerte.
Rendirme a los pies de una estatua muerta. Mortificar tus ojos. Vida.
¿Qué sigue a la palabra vida? ¿Qué antecede a tu nombre?
Comienzo, nudo y desenlace.
Comenzar a moldearte como escultura virgen.
Anudarte los brazos a mi mortal vacío.
Enalazarte y desenlazarte con mi cordón de latitud.
El tiempo, insana mansedumbre.
Me quedo. Afuera. Parada afuera del silencio.
¿Existe el todavía?
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