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Daniel bajó a los saltos del médano tratando de evitar que la arena recalentada por el potente sol del verano le quemara la planta de los pies. Colgada del cuello por su correa, la Rolleiflex con que acababa de fotografiar a Martina desde lo alto, se bamboleaba sobre su pecho.

El sol radiaba en el cenit, el aire purificado por el océano se respiraba a pulmón lleno y el cielo, de un azul inmaculado, se fundía en el horizonte con el mar argentino, que cosa rara, apenas era mecido por una suave y salobre brisa. Lo que se dice, un mediodía de playa maravilloso.

Martina estaba sentada sobre una loneta multicolor. Había soltado las tiras del corpiño de su bikini, que misteriosamente se mantenía en su lugar, y muy concentrada se pasaba bronceador por la cara y hombros, en los que resaltaban unas simpáticas pecas. Era muy joven, veinte años, rubia. bonita, con grandes ojos azules. Cuando sonreía se parecía asombrosamente a Ursula Andress. En ese momento sonrió.

Daniel se sentó a su lado también sonriendo y preguntó: -¿Te ayudo? Ella, asintiendo, se tendió a lo largo boca abajo, mimosamente. El puso un poco de bronceador en la palma de su mano, lo frotó delicadamente por la espalda y dorso de las piernas de su chica. Luego limpió su mano con una toalla y se estiró boca arriba al lado de ella, en silencio.

Esa playa estaba alejada del centro, solo se veían unas pocas personas muy separadas entre si, además la marea baja formaba una ancha franja de arena entre los médanos y el mar. La pequeña radio portátil dejaba oír, muy bajo, una melodía pegadiza, como fondo, se escuchaba el rumor del oleaje, el graznido de una gaviota y el lejano grito de algún chico. Daniel, tendido cara al sol, pensó que si la felicidad existía, ese momento por lo menos se le parecía bastante. Lo confirmaba el día esplendoroso, la quietud, la ausencia de preocupaciones inmediatas, sus veintidós años plenos de vitalidad, y al lado de él, Martina que hoy estaba más bella que nunca. Totalmente distendido, agradecido a la vida, con un suspiro de placer, cerró los ojos.

Cuando los abrió, la vio a Martina desde cierta altura, sentada en la loneta mirándolo. Pero ella estaba inmóvil, no había sol ni sonido ni colores. En realidad miraba una pequeña fotografía en blanco y negro que sostenía ante sus ojos, sentado en la cama de su dormitorio. Confundido, miró y olió sus manos comprobando que no tenían rastros de arena ni olor a bronceador, luego se tendió de espaldas en la cama y cerró los ojos tratando de recapacitar, de ordenar sus ideas.

Lo primero que entendió fue que su memoria estaba cargada de datos. Esa foto había sido tomada hacía treinta y cinco años, hacía treinta y tres, por lo menos, que no veía a Martina. El, estaba casado con Cecilia, tenía cuatro hijos entre veinticinco y diecinueve años, trabajaba en una empresa importadora de comestibles como empleado medio, con un sueldo aceptable, y vivían en un departamento de regular calidad en el barrio de Villa Crespo en cuyo dormitorio se encontraba. El hijo mayor había viajado a Brasil de paseo, los otros dos estaban en la cancha, la nena había ido al cine con el novio y su mujer estaba en el club Obras jugando al tenis.

Permaneció un rato en esa posición revisando su memoria, ahí estaba todo. No obstante, algo se revolvía dentro de él negando la realidad que vivía Sentía con una certeza absoluta que algo inexplicable había sucedido, que de alguna manera había sido estafado. Su memoria sobre el día en la playa de Pinamar era tan clara que podía decir lo que habían hecho con Martina, minuto a minuto, lo que era imposible después de treinta y cinco años.

Se volvió a oler la mano buscando el olor del bronceador, Copertone, con aceite de coco, rezaba la etiqueta. ¿Cómo podría acordarme una minucia así después de tantos años?.. Muy alterado, comenzó a hablar en voz alta, -Pero, ¿que pasó?, se preguntó casi gritando. No necesitaba mirarse a un espejo porque en su memoria ya tenía la imagen de como era a los cincuenta y siete años. Comenzó a caminar como un poseído por el departamento con los puños apretados, mesándose los cabellos con desesperación, mientras no cesaba de preguntarse, cada vez mas alterado, que estaba ocurriendo.

Sentía como si a partir de ese día de playa hubiera vivido una vida normal bajo un estado de inconsciencia, y ahora, acabara de despertar recordando todo lo vivido. Pero más específicamente lo sucedido antes de caer en trance: -Cómo es posible… ¿Qué pasó?, ¡por favor Dios, dame una señal o me vuelvo loco!... ¡por favor, Señor!…, imploró casi llorando.

En ese momento sonó el timbre de la puerta. El estridente sonido se escuchó por segunda vez, en un toque mas largo, y lo calmó un tanto. Caminó hacia la puerta que daba al palier y la abrió. Un señor bajo, de escasa contextura física, de unos cuarenta años, semicalvo con cara regordeta sonrosada lo observaba con una expresión amable en sus ojos grises. Vestía un correcto traje azul marino, camisa blanca y una corbata discreta.

Sonriendo amablemente, dijo:

-Señor Daniel, me llamo Juan, ¿puedo pasar…? tras lo cual avanzó para entrar.

-¿Se puede saber quien es usted y que quiere?, respondió Daniel con dureza y desconfianza en la voz, mientras cruzaba su cuerpo en una perfecta maniobra de obstrucción

-Mire, Daniel, como le dije, me llamo Juan y vengo por el asunto que le preocupa…

Daniel entrecerró los ojos y lo escudriñó intensa y sospechosamente,

-¿Que me preocupa?… ¿de que habla?

El hombre siempre con expresión amable y conciliadora dijo: -Usted sabe… este asunto de unos añitos que se le perdieron… un lamentable error, por cierto…bueno hágase cargo, cometimos un error pero aquí estamos para buscarle una solución, todo es cuestión de que usted se calme y nos sentemos a conversar.

Daniel, perplejo, lo miraba sin dar crédito a sus ojos ni a sus oídos. Como un autómata lo guió hasta el living y lo invitó con un gesto a que se sentara en el sofá, él hizo lo propio en el sillón individual. Su cerebro funcionaba a mil kilómetros por hora tratando de recordar si había ingerido algún psicofármaco alucinatorio o si había bebido en exceso,

-Explíquese un poco más, a ver si lo entiendo, dijo tratando de mantenerse sereno.

El llamado Juan insistió con su sonrisa bonachona y continuó con aire dubitativo:

-Vea, con usted hemos cometido un error, involuntario claro. Ha ocurrido algo así como… ¿como explicarle…? ¿Usted se acuerda de aquellos viejos tocadiscos cuando a veces en el medio de un tema el brazo que sostenía la púa se levantaba solo y pasaba al final de la grabación y uno se quedaba sin escuchar una parte?, pero en realidad no perdíamos nada porque conocíamos el tema. Bueno, algo así. En realidad estas cosas pasan, lo grave de su caso es que usted es una persona muy sensitiva, algo falló, y los sucesos que estaba viviendo en el momento del salto quedaron muy frescos en su memoria lo que le produjo un desequilibrio emocional que hubiera ido creciendo y afectando el resto de su vida y también la vida de otras personas. Y eso no lo podemos permitir… ¿va comprendiendo?

Daniel permaneció unos instantes en silencio, las palabras del hombrecillo lo sobrepasaban, finalmente atinó a decir: -Bien, ¿y como se arregla esto?, o mejor, porque no lo arreglaron sin venir a verme, ya que pueden hacer tantas cosas, y a Daniel le pareció que una sombra de temor había cruzado por los claros ojos de su interlocutor, antes de que respondiera meneando la cabeza y levantando mucho las cejas.

-Bueno,… ahí está el problema, tenemos que conversar… por ejemplo, a la situación anterior, es decir a la playa, no lo podemos retornar, es imposible…

En ese instante, Daniel sintió que del estupor pasaba, sin transición, a la más absoluta indignación:

-¿Como que no me pueden retornar?…, ustedes, quienes sean, me han robado mi vida, treinta y cinco años de mi vida… ¡MI VIDA! … ¿entiende…? La han vivido por mi, han tomado decisiones que me pertenecían… y ahora, usted se presenta aquí, tan campante, a decirme que no me puede retornar…

El tono de la voz de Daniel había ido creciendo y ya hablaba casi a lo gritos. El hombre levantó una mano como para calmarlo, y también en voz alta, replicó:

-Pare…, pare la mano amigo. Las cosas no son como usted dice, el salto en el tiempo existió, pero la vida es la suya, todo lo que usted tiene en la memoria son las decisiones que hubiera tomado en cualquier caso. Si nosotros tuviéramos la facultad de retornarlo, que le repito, no la tenemos, usted saldría un tiempo mas con aquella chica y luego la vería muy esporádicamente. Tendría otras novias y se casaría muy enamorado de su actual mujer, tal cual está en su memoria, porque el tiempo es redondo…, bueno… mire no quiero complicarme, hay cosas que no le puedo explicar…, no me está permitido. Lo que le digo, es que le debemos una reparación y que por eso estoy aquí Pero le reitero, no lo podemos retornar, hay mecanismos inexorables…, procesos administrativos si usted quiere, y nosotros tenemos limitaciones, comprenda por favor…

Una furia sorda y progresiva, como esas tormentas de verano que en la calma van formando nubarrones, uno tras otro, y que finalmente estallan en un infierno de viento, rayos y centellas, se iba acumulando en el pecho de Daniel. Con mirada de acero, preguntó:

-¿Que propone...?

Los carrillos de Juan se inflaron y lentamente fue soltando el aire mientras se inspeccionaba las uñas con mirada grave:

-Mire Daniel, tenemos dos posibilidades, una, yo me voy de aquí ahora y usted continúa su vida desde este punto. Obviamente no recordará nada de lo sucedido desde mi llegada, y se le calmará bastante la sensación de haber perdido años…

Daniel lo miró severo, -Déme la otra, dijo.

El hombrecito se reacomodó en el sofá y se aflojó un poco la corbata.

-Bueno…, continuó un tanto vacilante, -La otra es que usted se muera en este momento de un indoloro paro cardíaco y lo hagamos nacer en la época que usted elija, desde los inicios de la humanidad hasta el final de la misma..., por si le interesa, yo que siempre fui un romántico, optaría por el Renacimiento, finalizó con aire soñador.

Los puños de Daniel estaban crispados y su mirada helada, pero no interrumpió. Sin advertirlo, Juan continuó:

-Claro que necesita un poco de suerte, porque no le podemos garantizar ni sexo, ni lugar geográfico, ni apariencia física, ni grado de inteligencia, ni condición social, lo que le toca le toca, es una ruleta, pero la vida bien merece una fichita, agregó sonriendo pícaramente.

La paciencia de Daniel explotó. Sus ojos parecían salirse de las órbitas, su cara estaba enrojecida y con voz ahogada por la rabia, inclinándose sobre el visitante, que defensivamente se echó hacia atrás, dijo pasando directamente al tuteo agresivo:

-Ahora escuchame vos a mí, gordito rosado, -¿Me viste cara de estúpido, de que fichita me está hablando? O no sabés que de los cinco mil millones de habitantes del mundo, cuatro mil ochocientos millones viven en la miseria y que por lo tanto tengo miles de probabilidades más de nacer en una tribu de indios africanos y morirme de desintería a los cinco años, o en medio de la China o la India y trabajar toda mi vida por un plato de arroz diario, que de tener una vida mas o menos como la que tengo, que no es demasiado, ¿vos no sabés eso?… ¿O te estás haciendo el gil…? Y la posibilidad número uno no arregla nada, es dejar las cosas como están…, a que viniste vos, a decirme una lluvia de pavadas, ¿a eso viniste…?

Daniel poseído por una furia incontrolable se inclinaba cada vez mas hacia adelante y Juan, con gesto preocupado y los ojos muy abiertos, cada vez mas hacia atrás.

-Además hay algo que quiero que me aclares, que fue eso que dijiste de que tienen sus limitaciones,… ¿que limitaciones?…, ¿quien las pone?… ¿O será que en definitiva vos sos algo así como un simple mandadero que no puede resolver nada?, y levantando la vista al cielorraso agregó con un grito:

-.¡Dios mío, ayúdame!

Esa exclamación fue el detonante para que el otro se incorporara de un salto y con tono conciliador rogara:

-Escúcheme Daniel, por favor no lo invoque más, EL, tiene problemas muy importantes. Hubo un error y tratamos de arreglarlo nosotros. Precisamente para no molestarlo a EL, ¿comprende…? Creáme tenemos la mejor voluntad, la prueba es que hemos venido a dar la cara…mire…

-¡Mire nada, interrumpió violentamente Daniel. -Ahora lo tengo claro como el agua, vos y tus amigos son unos ineptos que cometieron un error, de los tantos que habrán cometido, y cuando yo lo invoqué a EL, se vinieron de raje a arreglar el estofado de cualquier manera. A conformar al gilastro de turno para que se deje de hacer escombro… ¿o no?, y ahora después de haberme privado de MI VIDA, me quieren hacer morir y nacer quien sabe donde, para que me calle de una vez por todas, y vos y tu bandita no tengan ningún problema, ¿eh?

Ya descontrolado avanzó extendiendo las mano hacia el cuello del asustado “Juan” que retrocedía diciendo,

-Serénese, Daniel por favor, este no es el camino, usted interpreta mal…

Pero Daniel no escuchaba y las manos ya se cerraban sobre el cuello regordete.

-¡Ultima advertencia!, dijo el hombre que ahora se había puesto muy serio, -¡Aléjese, no me toque!

Daniel no oía sino su furia interior, y cuando ya iba a hacer contacto con la piel del otro para estrangularlo, una luz brilló en el rostro mofletudo, y Daniel impulsado por una fuerza poderosa salió expelido con violencia hacia atrás a través del living. En el aire alcanzó a exclamar:

-¡Mi Dios!, antes de golpear la nuca contra la pared opuesta y sumirse en la oscuridad total.

Daniel sintió que tenía conciencia, pero que no tenía cuerpo. Navegaba lentamente en un haz de luz que lo transportaba hacia otra luz mucho más intensa, deslumbrante Una luz que atraía, que calmaba y que lo sumía en un mundo nuevo de paz y de amor. No sufría ni temía, solo se preguntaba adónde iba. La Luz lo envolvió, lo cobijó y lo acarició, y de pronto le habló, sin sonido sin palabras pero le habló y él entendió.

-¿Que te pasó Daniel, porqué estás aquí?

Daniel iba a responder diciendo todo lo que había ocurrido, incluyendo la visita de Juan, pero algo lo trabó. Esos extraños códigos de comportamiento fraguados en las calles, surgieron de quien sabe dónde y luego de demorar la respuesta, dijo:

-Nada Señor, solamente me caí y me di la nuca contra una pared. Se produjo un silencio eterno, y finalmente La Luz habló nuevamente:

-Me estás mintiendo Daniel y eso es muy serio, no me gustan los mentirosos…, pero la verdad es que los llorones y los alcahuetes tampoco me gustan mucho. Veamos lo que pasó… a ver, a ver…tengo tantas cosas por aquí…, esto no, esto no…, aquí está…veamos… la playa, Martina, tu casa…, Juan, ¿Juan?… ¿que hacía Juan allá?.., ¡ahá! ya veo, bueno creo que voy a tener que ajustar algunas cosas por estos lados. En fin, sigamos viendo… además de Martina aquí veo una Dora, una Patricia y una Viviana... ¿que es esto Daniel…?

- Amigas, señor, y si Daniel hubiera tenido cuerpo seguramente habría tragado saliva.

Ahá, amigas…, aquí veo mas mujeres, hipódromos, naipes, juergas… ¿esto también es amistad, Daniel?

-Señor, yo se que he tratado de divertirme en mi vida, pero creáme, he sido una buena persona.

-¿Una buena persona?…. A jugar con los sentimientos de otros, a divertirte egoístamente mientras tantos sufren, a no honrar a tus padres ni las fiestas de guardar, a desear la mujer de tu prójimo, a no haber consolado a los que sufren, a gastar el dinero imprudentemente, a no haberte acordado de Mi en años, ¿a eso le llamas ser una buena persona?

Daniel no respondió, una pena inmensurable le atenazaba el alma.

-Daniel, mi pobre Daniel, continuó La Luz, creo que el único mandamiento que nos has violado es el de “No matar”

Luego de un silencio que a Daniel le pareció interminable agregó:

-Ya he tomado mi decisión Daniel, fue bueno haber conversado contigo.

La Luz se fue atenuando hasta desaparecer. Las tinieblas más terribles, la negrura más atroz, una oscuridad que la mente humana no puede siquiera imaginar, envolvieron a Daniel. En esa oscuridad demoníaca sintió que había recuperado su cuerpo, y que éste ahora caía girando como una peonza hacia un abismo insondable, y cuanto mas caía, un calor creciente lo abrazaba.

El terror más abyecto, desesperado lo dominaron, quería gritar pero de su boca los sonidos se negaban a salir y el calor era cada vez mas intenso. Presentía mil demonios burlones y sarcásticos bailando a su alrededor, con su cola punta de flecha, sus cuernos y pezuñas a milímetros de su cuerpo y alcanzó a musitar llorando.

-Señor, ¡perdóname!, al infierno no, al infierno no… entonces sintió sobre su hombro la pezuña afilada que lo aprisionaba fuertemente, la garra de Satanás que se lo llevaba, lanzó un alarido de terror que nació en lo mas profundo de su alma y se extendió hacia los confines del universo.

Sus ojos cerrados ardían, los abrió, una bola de fuego lo encegueció, los cerró rápidamente. Lentamente los volvió a abrir y vio que algo se interponía entre la bola de fuego y su cara.

Era una cabeza de mujer, con bellos ojos azules, asustados, y largos cabellos dorados por los que se deslizaban gotas de agua de mar que caían sobre la cara de Daniel. La mujer sonrió y se pareció mucho a Ursula Andress.

-Mi amor, me asustaste, te quedaste dormido al sol mientras fui a nadar, y tuviste una pesadilla, estás rojo como un camarón, te vas a enfermar…

Martina retiró la mano, cuyas uñas tenía clavadas en el hombro de Daniel, y se extendió a lo largo sobre él, cubriéndolo con su cuerpo esbelto y mojado. Mordisqueándole el lóbulo de una oreja le susurró al oído con su aliento perfumado y cálido:

-Dany mi amor, ¿porque dormís en la arena, si tenemos nuestra camita en la hostería y todo el tiempo del mundo…?

Daniel, confuso, pero sintiendo que un mar de tranquilidad lo invadía, trató vanamente de recordar su sueño. Mientras abrazaba fuerte a Martina, observó una solitaria nube en el cielo con forma de cabeza humana, y al girar la cabeza buscando con su boca los labios entreabiertos de la chica, le pareció que uno de los asimétricos ojos de la nube le hacía un guiño de complicidad.









Texto agregado el 05-05-2005, y leído por 671 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
12-07-2009 me dejaste sin palabras es excelente,pase un momento genial leyendo,gracias ******** shosha
29-09-2006 Excelente. Me asustó que el final devenía en un despertar tan manido, pero en este caso la elegancia hizo su pertinente aparición. Felicidades... venicio
11-01-2006 muy bueno¡¡ NAHIR62
11-10-2005 Horacio, con esto, te has pasao. Como dice el paisano. Todas mis********y alguas mas ¡GENIAL! Realmente Un abrazo lord_henry
02-09-2005 vaya que sí... buenísimo... me gustó... le das ritmo a un relato que (a primera vista ) me espantó por la cantidad de palabras. no es fácil anclarme a un textolargo y eso implica que es bueno y está hilado a mano. Felicitaciones. Dios, el demonio, la muerte, misterios deliciosos de explorar... negrafotocromatica
18-06-2005 Simplemente Genial. Es muy fluido y le das mucho poder a las imágenes, creando una suerte de montaje cinematográfico y de 'racord' de aprehensión retardada. NEWEN
06-05-2005 Eres un excelente cuentista, mis respetos para ti. Al lado de tus textos, el resto de nosotros quedamos chicos y cortos. Un abrazo! ggastello
 
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