La realidad que me envuelve es del todo inusual.
Me encuentro en medio del espacio, oscuro, bello, inmenso, envuelto por un sinfín de planetas, estrellas y demás cuerpos celestes, siempre distantes, que ejercen sobre mi una atracción lenta pero continua, haciéndome rotar de un lado para otro cual sensual danza entorno a ellos, produciendo de esta manera una grata sensación de bienestar.

Flotando en medio del polvo cósmico, me siento enormemente pequeño, pero a la vez, en una paz inaudita en mi. A mi alrededor, todo era hermoso. La galaxia me ofrece un paisaje en las tinieblas roto por el continuo parpadeo de las estrellas, o por la explosión en la lejanía de una supernova, o el romper de un meteoro en pleno vuelo.

Allá donde fijo la vista, se me ofrece un nuevo espectáculo. El universo se abre ante mi, enseñándome hasta el recodo más perdido del cosmos. Es la belleza en su máxima expresión, nido y madre de todo lo conocido.

Siempre observando, siempre aprendiendo, recibo información de todo lo visto. Y donde todavía no he llegado, lo llego a visualizar. Intuyo sistemas solares enteros, su forma, sus planetas, su movimiento elíptico entorno a la galaxia. Puedo llegar a predecir el nacimiento y el fin de mundos enteros, y recordar el esplendor de aquellos ya desaparecidos.
Todo tiene su coherencia. Puedo llegar a comprender el funcionamiento de esa gran maquinaria. Un entresijo de gases, minerales y demás substancias, que bien engranados, forman la mayor obra jamás creada.

En medio de la nada y en todas partes, me siento bien conmigo mismo. Ningún problema altera mi estado de ánimo. Todo es un sinfín de armonía que se acentúa cada vez que descubro un nuevo secreto del firmamento.
No pensé nunca que lo llegara a decir, pero, todo es perfecto.

Un momento. Algo está pasando. Vislumbro una incoherencia. Algo está alterando el todo. En un punto del universo, visiono el cabo de una cuerda. No debería estar ahí. No tiene sentido.

Al agarrar el cabo de la cuerda, me doy cuenta que no se donde acaba. No se donde está el otro cabo. Lo debería saber. Lo se todo. Estoy en mi universo. No me gusta. No me gusta nada.

La realidad está variando. Todos los cuerpos celestes han desaparecido, dejándome en completa oscuridad. Presiento peligro. Tengo miedo.
De improviso, alguien o algo ha empezado a estirar del otro lado de la cuerda, y me lleva hacia él. Intento soltarme, pero no puedo. Quiero soltarme.

Alguien ajeno a entrado en mi universo y lo está alterando. Hago un reconocimiento rápido. No tengo mucho tiempo. Ya no veo planetas, ya no veo estrellas, solo hay vacío.
Es un vacío opaco, frío, espectral. Y en medio de ese vacío, como núcleo, visiono un ser.
Me entra un pánico atroz. No puedo soltarme de la cuerda. Me lleva ante él, el mal personificado, y lo conozco.

¡Te conozco, déjame en paz! ¡Vete de mi universo, ya se quien eres!
¡Déjame en paz, padre! Déjame en pazzzzz!!!