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INTROVERSIÓN FATAL
I. DESPACIO…
«Me urge hablar contigo. Lo he pensado con la suficiente calma y decidí hablarte. De alguna forma tendrás que enterarte. Nunca hay tiempo suficiente para aclarar las cosas, ni para conversarlas… Pero esta vez te lo diré de todos modos, aunque imagino tu respuesta. Nunca vas a creer que te pudiera suceder a ti, precisamente a ti, que vives imaginando que todo te tiene que resultar sin problemas; como si no hubiera problemas… Pero tú ni te enteras porque vives apurado. Lo peor de todo es que me dirás que no puede ser, que estoy equivocada, y yo sintiendo rabia de tus respuestas, claro, porque las cosas a ti te resbalan como si no te tocaran, pero te tocan, y no sabes cuánto, pero esta vez te enteras sin demora… Vas a sentir que la vida no es como te la imaginas, vas a sentir rabia como yo siento, o quizá, muy probable, te vas a reír, indiferente, como siempre… Porque después de todo, ¿qué tiene que importarte si nunca te ha importado nada? …y para que respondas cualquier cosa, como siempre, mejor ni te enteras. Lo pensaré de nuevo…con más calma.»

II. URGENTE…
«Hay que ir despacito por las piedras, como dice el dicho. Si la apuro capaz no me cuente nada… me haré el indiferente, como siempre, aunque esta vez la cosa va en serio. De a poco tendrá que contarme, explicarme, juro que tendrá que hablar. Pero tendré que ir con calma, como si nada pasara, es la única forma que me cuente todo… hablará de a poco disimulando la rabia, esperando mi reacción, como siempre. No puedo equivocarme, no puedo alterarme, no puedo apurarla ni asustarla, no puedo acelerarla… Aunque estoy desesperado, necesito saber… en una de esas le digo que hable rápido y qué! tendrá que entender que tanta paciencia tiene un límite… que no es un juego, que es sumamente urgente!...»

III. EPILOGO
«Por primera vez ella no quiso hablar. Ni lo insinuó siquiera. Se quedó muda como si nada pasara; y no habló ni al desayuno, ni a la once ni después… El insistía en preguntar, y ella miraba como si oyera a un extraño. Él esperó tres días completos, preguntó, se urgió, tuvo paciencia con ella pero se urgió. Se desvelaba en las noches, la miraba, la acosaba, pero ella no quiso hablar…«se taimó, pensaba, o estará terriblemente asustada»… La increpó varias veces, se desesperó, la zamarreó, la soltó y la volvió a zamarrear… probó con calma, le habló suave para no preocuparla, pero ella arqueó las cejas y frunció el ceño y se taimó aún más… Desesperado la ultimó, ¡Si no hablas te pego, te mato, no sé que te hago!; En sus labios apareció una mueca que parecía una sonrisa llena de ironía que él no pudo comprender… Que no bromeara, que era urgente, y tanto rato diciéndole que ni supo cuando le pegó. Se asustó de lo que hacía, pero ella, tranquila, con la boca apretada sonreía sin decir una sola palabra. Su silencio iba horadando su paciencia, no entendía, no comprendía, no soportaba más… ¡reventaría!…
Cedió lentamente la presión en su cuello comprobando, espantado, que a pesar de sus ojos abiertos, de su altiva sonrisa, de su silencio empecinado y su aire de triunfo, ella no respiraba más… »

Texto agregado el 05-05-2005, y leído por 199 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
25-11-2005 Es que te equivocastes y lo pusistes dos veces???. PUEDES BORRARLO SI QUIERES. nO OBSTANTE SIGUE SIENDO BUENO Goyo
17-05-2005 Uff..vaya texto. Estoy todavia con escalofrios! Impresionante. mis 5* lobomexiquense
 
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