Por eso. Por eso y por todo es que las personas, uno y las personas, y las personas y uno, nos sentamos en las bancas que están semi congeladas y que cuentan como historias de vida de sí mismas (fierro pasados a llevar, ignorados por la lluvia y el calor opresivo, o el frío insaciable que arrebata las cabezas). Porque llueve. Por eso. Porque si llueve es inevitable el levitar entre un mundo y otro, o cercarse a sí mismo en preguntas incontestables (y suspiros incontestables). Uno, y dos, caminando y sentándose o mirando casi con deseo el cemento a través de los vidrios de la micro. Esperando como cavernícola la señal luminosa que diga con certeza donde se encuentra lo que se busca, lo que se espera con ansia de niño (o viejo) que aparezca para iluminar, bochornosamente, desordenadamente, ese pedacito de existencia destinado a ser tan chico, corto, absurdo, nimio, tonto -felicidad-.

La lluvia, que es como balde al revés, se cuela por los ojos y el cuello, para salir rebotando entre las palabras que no se dicen al micrero o las confesiones extraviadas a los paraderos que están botados. Y todo se olvida al momento de saberlo. Se olvida, por ejemplo, que la tierra es redonda y el ciclo del agua es siempre el mismo -para mantener viva la ilusión de que el mundo es triangular y el agua siempre es nueva, portadora de quizás cuanta noticia y pena-.
Porque la lluvia hace rebotar las cosas.
Y uno, rebotado y desmemoriado, dibuja con lentitud e inseguridad unas líneas en la ventana de la micro, esperando, esperanzado, que alguien piense, interprete, entrecorte, muera o grite lo mismo con camuflaje bastardo (y, por qué no, con dos ojos y dos bocas, o una mirada de espanto frente a frente, cara a cara, ojo a pelo, labio a viento).
Y uno contempla, tristísimo, que con el tiempo se van borrando los contornos y el detalle, y la frase escrita -con esperanza- se camufla con las gotas de agua arrebatadoras quedando como mancha sucia y entenebrecida. Ahumada e insignificante. Nebulosa y pesadilla.

(y se escribe de nuevo, y se borra de nuevo, y se escribe otra vez, para borrarse otra vez).

(porque el agua nunca es nueva ni portadora de quizás cuanta noticia o pena, porque el agua, y el vidrio, son ciclos de agua y vidrio, porque la lluvia y la pesadilla, son boleto y labio cortado, cara y ojo de celofán, banca de fierros, humedecida, semicongelada, desfalleciente, cuento, vida eterna y pura soledad).