Han pasado ya varios años desde esas veces,
cuando juntos paseábamos bajo los sauces,
tu mano y la mía, sus dedos enredaban,
te abrazaba con cariño, saboreando de tus labios,
ese néctar fresco y dulce, de tus veinte años.

Recuerdo ese amor perenne que nos jurábamos,
amor de estudiantes que esta dibujado,
en el tronco de un sauce, que alegre ha quedado,
por ser testigo que dos jóvenes enamorados,
iniciales, un corazón y una flecha grabaron.

Ahora, he regresado a mi tierra natal,
recorriendo la orilla del río, la hierba y el sauzal,
ese amor verdadero, he vuelto a recordar.
Volví, al lugar de esos besos jóvenes, eternos,
que el paso del tiempo no pudo borrar.

Con la mirada perdida en el remanso del río,
tus ojos, tu sonrisa y tus labios están dibujados,
en esa agua clara; ¡que pronto ha recordado!.
Los paseos diarios de dos almas que... se amaron,
un día de verano de tiempos pasados.

Nuestra pasión volcánica fue desatada,
cuando con mis labios y mi alma tu boca besaba,
por instantes, nuestros cuerpos dorados,
quemaron la hierba fresca y mullida,
que bajo el sauce estaba esparcida.

¿Dónde estas ahora amor de mi vida?
-¡Aquí!. ¡A tu lado mi esposo querido!-
Con estas palabras me has respondido.
-¡Gracias por traerme al bendito lugar
dónde muchos años ha, me enseñaste... amar!.