VIAJEROS IV

Has olvidado todas las tierras. Toda tu mente ha sido absorbida por el mar que se vislumbra tras el desierto. Tu esperanza es caminar con tus últimas fuerzas y llegar al mar. Al mar deseado que se esconde tras los espejados oasis plenos de verdor.
Viajero: manos lúbricas como heladas lanzas te cruzarán una noche cualquiera trayéndote, como un tañido un recuerdo apenas de ese pasado que intentas olvidar, quizás sobrellevar. La luna te besará descuidada cuando por la noche apoyes la cabeza en la piedra que te cobijará. Tus ojos se volverán oscuros y con desesperación anhelarás las sinuosas aguas del perdón. Pero esta agua jamás rozan los pies de los viajeros desahuciados.
Viajero: la noche es y será para ti un consuelo indiferente. Cerrarás los ojos y el aliento te abandonará apenas un segundo, mil voces te atormetarán en la oscuridad y desearás volver a la ciudad, anhelarás ser de nuevo la masa amorfa, parte de las rocas que forman la ciudadanía.
Pero tu valor, viajero, te ha guiado hasta este instante. Quieres cerrar los ojos, aquietar los oídos y envolverte en el manto frío de la luz de la luna.
Pero olvidas por un momento que has dejado de ser tú y quieres recobrar los cuerpos de las mujeres que te amaron en noches puras, enjoyadas. Ya nada existe, nada... Solo los recuerdos luchan por cubrir tu cuerpo, tu piel dorada por el sol del desierto.
Viajero: no vuelvas la vista atrás. Has abandonado Sodoma y el castigo no es la sal. Es el recuerdo de la sal del cuerpo moreno que poseíste esa única noche. Tu vista ha vuelto atrás, has mirado la ciudad y el sabor salino del pecho, de sus muslos, de su boca, no dejará de atormentarte, de golpear tu frente.
Has estado en Sodoma y te costará mil noches de orgasmos sofocados olvidar a la mujer que quitó de tu alma la inocencia y la fe de una sola carcajada.