“Jamás!.. óiganlo bien: jamás volveré a escribir uno de esos cuentos para Uds. otra vez...esos que tanto les gusta leer a Uds. en esa banca jubilada...hasta que logre olvidar” -nos repetía enfáticamente en esos días.
Pero cómo me hubiese gustado verla tratar aunque sea, una vez más, sólo unos párrafos.
Los tres tan enamorados de ella siempre, desde el primer día habíamos aprendido a compartir el hecho que ninguno despertaba en ella un interés romántico, y seguíamos aprendiendo a conformarnos muy a nuestro pesar.

En esos días de abril, se le veía muy ocupada todo el tiempo en olvidar. No le alcanzaba el tiempo ni del día ni de la noche en otra cosa que no fuera eso. Todos sus esfuerzos los gastaba en recordar que había que olvidar algo, que por distracción recordaba nuevamente. No le alcanzaba tiempo libre para gastar en otra cosa parecía ser.
Y la veíamos callada, ausente, pensativa, mano sobre mano....
-“... en qué andas... te interrumpo?.” -le pregunté.
-“Justamente estaba olvidando en este momento...pero mañana puedo continuar donde me quedé...no te preocupes” -me respondió.
Tal vez ella lo lograría al final, pues tenía fé en si misma. Y siempre había tenido una voluntad de hierro para todo lo que se proponía. Nosotros creíamos que tendría que pagarse a si misma una fortuna con esa apuesta que perdía cada día:... el poder olvidar. Por que sus ojos andaban en algún lugar siempre tan lejos de todo. Pero ésta no era apuesta que se pagara con dinero, lo que perdería al final era mucho más valioso e irrecuperable: tiempo.
Los tres amigos continuamos compartiendo cuentos, risas y gastando horas en esa banca jubilada del parque . Y cada vez la veíamos menos, y cada vez la extrañábamos más.
Pues ella solía ser quien traía una canasta de viandas, cargadas de risas para convidar. Además de inventarse los mejores cuentos, y las más disparatadas ocurrencias, con las que nos solía divertir a los tres todas la tardes. Ella era la misma vida para nosotros.
Y nuestras vidas crecieron, y los tres comenzamos a traer a nuestras esposas, hijos y perros, a esa banca que era como nuestro local campestre...sin carnet...cada domingo en la tarde.
“ Qué sería lo que le hizo olvidarse de la banca, de los cuentos, de las risas, del vino y de las tardes con los tres?”-nos preguntábamos siempre con nostalgia. _”que sería eso tan importante que tenía que olvidar para recordar vivir, y que guardaba en secreto?”
Y pasaron 10 abriles..y cinco más...y aún nos preguntábamos que sería eso que tendría que olvidar ella con tanta urgencia?
Fue un jueves..de otoño cuando nos llamó por fin, desde el hospital su doctor. Ella nos llamaba a su lado. No quedaba mucho tiempo. Dejamos todo, y corrimos a verla, pues a pesar de la distancia y del tiempo, la amistad era de esas que duran para siempre.
Nos encontramos los tres en la recepción,casi como si hubiésemos llegado juntos, y sin saber mucho o nada de su estado, subimos las escaleras al tercer piso, habitación 37, sin saber qué encontraríamos. Dos enfermeras salían de su habitación.
-“Por favor...alguien nos podría decir...qué le pasa a nuestra amiga?” -les preguntamos a coro.
-“Dénse prisa en entrar que ella los espera a Uds. hace tiempo para despedirse...pero su corazón no tiene la misma paciencia” -nos dijo la más anciana de las dos .
Entramos sintiendo un aire de últimos minutos flotando en la habitación.

Y ahí estaba, despues de tantos años. Su cabello ya no tenía el dorado del sol, mas bien se había llenado de hilos de luna plateada, pero seguía bella. Y nos recibió con una sonrisa lacia, entre un tubo del respirador.
- “ Qué alegría verlos queridos amigos..pensé que tal vez....no llegarían a tiempo y deseaba tanto despedirme...”- nos dijo en un susurro apagado, tosiendo.
Los tres nos acercamos muy junto a su rostro, le besamos la frente uno a uno. Comencé a sentir que ya las lágrimas se me comenzaban a rebalsar, ya ni la tapa de mis párpados podía detener este rebalse de emoción que sentía al verla nuevamente.
-“ ¿ Porqué nos dejaste...todos estos años...y te olvidaste de nosotros?- le pregunté no a modo acusador, sino con nostalgia.
Entonces me miró a los ojos... me sonrió, y dejó que tomara su mano entre las mías...mientras me decía:
-" Es que he pasado todo este tiempo tratando de olvidar a alguien al que yo le prometí que lo haría...y en eso y mi palabra de hacerlo, se me fue la vida...”- y mientras me decía esto con los últimos latidos de su cuerpo , tomó con su mano libre de la mía, un papel muy doblado y guardado dentro de su manga, lo puso entre mis manos y me dijo: - “ ..en este papel está su nombre, ábrelo cuando me haya ido, búscale y cuéntale que yo gané la apuesta de olvidarlo...porque ya no le recordaré más.”
Y la vimos dejarnos para siempre... en ese instante, y le agradecimos en silencio, qué no olvidó de recordarnos a nosotros también.