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Herminia tiene quince años a punto de explotar y es un torbellino. Está ayudando a cargar la mula de su padre con los pellejos de miel de encina. Sobre el hombro izquierdo una trenza negra y sobre el derecho donde debía de caer su gemela, nada.
Otra discusión que Damián dejó a medias con su esposa. “El pelo largo es cosa de señoritas y Herminia nació mielera.” La madre con sus lloros salvo la mitad.
A la niña no le importa, preferiría llevar el pelo corto como los niños sucios, malos y libres.
Elena mira por la ventana como Damián carga la mula. No saldrá a despedirles. No saldrá.“Porque esto no puede ser. Fíjate como me dejo a la cría el muy canalla. Y ella encima le ríe la gracia.”
Pero Herminia entrará corriendo y besará a su madre. Y Damián mirará la ventana pensando que las mujeres pobres no deben ser coquetas. Se pondrá serio para esconder el miedo. Y verá a Herminia besar a su madre y como ella le agarra la trenza llorando. “Cojita te ha dejado tu padre. Cojita”.
Y Damián subirá a Herminia a la mula como si fuera una pluma. “ Ay, Mi jilguerillo” Damián querría compartir su miedo con Elena. Le gustaría explicarle que la belleza de Herminia traerá problemas Y la niña se retorcerá encima del animal como una encima vieja para mirar la ventana en al que su madre llora.
Damián volverá en tres días. Sin su miedo. Sin su mula. Sin Herminia.


El señorito Ernesto, ajeno al griterío del cruce, doma una yegua canela de dos años con tal maestría que pareciera escucharse un pasodoble. Trote levantado en diagonal. Y ahora al paso marcado.
Damián vocifera su miel de encina y a cuenta gotas aparecen las primeras compradoras con sus porcelanas. Todas viejas. Las unas, ancianas de años; las otras sólo de campo. Todas le regatean hasta el cansancio, pero sólo por la chanza.. De sobra saben que Damián, el mielero, es terco como su mula.
En el bullicio del trapicheo. Una voz se eleva sobre los cuartos y los reales y apuntará con rintintín: “ Parece mielero que la niña no es tonta. Qué apunta alto la mocosa”
Herminia, hipnotizada por la belleza de la yegua al galope, se ha ido a la valla..
Los brazos en el tablón y sobre las manos su cabecita coja.
Y el señorito Ernesto la ha visto.
Damían empieza a correr. Mientras le grita a Herminia: “ Mi jilguerillo” “mi jilguerillo”
Y el señorito acepta el reto y espolea a su yegua.
Si hubiera habido tiempo y costumbre las ancianas hubieran apostado.
Damián esta más cerca de Herminia, pero la yegua no toca el suelo.
Comienza a correr con rabia de siglos “Por Dios, si sólo es una niña” “las mujeres pobres no pueden ser coquetas”
Alguna divinidad cruel ajusta con precisión la carrera para que hasta el último instante no se sepa que Damián llegará primero. Agarra de la cintura a Herminia. Y la tira al suelo.
“ Mi jilguerillo”
La yegua y el mielero jadean. Puede que se oiga de nuevo el pasodoble. “Mielero corres más que la yegua, aunque perdiste una herradura”. Risa de señorito. “La potrilla tiene fuego en los ojos. Habrá que domarla pronto”
Damián saca un brillo al aire que huele a luto. Silencio adornado de insectos. De un solo tajo corta la trenza que le queda a Herminia.
El señorito recupera el título de señorito que perdió mientras el cuchillo buscaba destino. “Si estropeáis así vuestro ganado, normal que os persigan las penurias” Y un relincho. Y un galope que pretende ser un punto final, pero que huele a huida.
El padre intenta apagar los sollozos de la niña ignorante. Recoge la zapatilla que perdió en la carrera. Las viejas le confirman lo que ya sabe. Ha pasado lo peor que podía pasar. El señorito Ernesto le ha echado el ojo. Todas saben por experiencia que no hay escapatoria, que cuando la noche caiga no habrá escondite, ni aguantará ningún cerrojo.



Un día de mula son tres horas de yegua.



Las viejas se ofrecen. “Sólo podemos preparar a la niña para que no se quede” Saben que es lo mejor. Ya hay demasiados niños pobres en la comarca con la cara del señorito”
“Antes la vida” y las viejas bajan la cara. Ya han oído eso mil veces para saber que no es una forma de hablar. Conocen a muchas viudas preñadas del señorito.

Texto agregado el 03-05-2005, y leído por 452 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
04-06-2007 Una joyita este cuento. Imágenes que corren a galope ante mis ojos, en una carrera en la que la inocencia de Herminia se juega el todo. Una denuncia social fuerte , la de los señoritos que hay desde siempre y en cada tiempo y lugar, llevando la ventaja, como en la carrera de la mula contra la yegua, el fin es casi previsible, más no inevitable.5* galabriela
26-09-2005 Sólo tengo que decir que te dejo mis cinco estrellas. *****. Estupendo. fabiangs
10-05-2005 te doy mis estrellas por esa manera tan peculiar de narrar y dejar esas reflexiones. jjj
09-05-2005 Este relato donde tu prosa se manifiesta directa y original, es impecable. Me gustó muchísimo y siembro estrellas en tu cielo. Magda gmmagdalena
05-05-2005 "Un día de mula son tres horas de yegua...". "Cabecita coja..."Vaya texto¡¡¡¡...Me has impresionado...genial¡¡¡...un beso eloisa
04-05-2005 Un día de mula son tres horas de yegua... Muy bien pintado el ambiente. Me recordo un poco a Rómulo Gallegos, pero con tu particular forma de describir. Me has impresionado Aniuxa
04-05-2005 un bello relato, narrado de una manera concisa y profunda. un saludo y estrellas. josef
04-05-2005 Podría hablarte de tu fantástica prosa, de como perfilas en pocos trazos a cada uno de los personajes, del ritmo, de tu lenguaje, de la ternura que rezuman frases... "cabecita coja"....pero me limitaré a dejar el puñado de estrellas que aquí tengo para este cuento que me conmovió. Un abrazo. entrelineas
 
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