Cierto día caminaba Pablito por las calles de Barraca, el chico iba muy triste justo ese día no pudo conseguir ni un cartón ni una botella ni nada, como era tan chiquito los demás siempre le quitaban las cosas, le golpeaban y le sacaban a patadas, los chicos más grandes suelen ser muy crueles con las más pequeños y Pablito que recién había cumplido los cinco no le hacia el peso a los otros que ya iban por los ocho, y ya se sabe que en la calle gana el más fuerte y a decir verdad nuestro amiguito no lo era para nada, todo menudito era la burla constante.
A pesar de todo, Pablito siempre conseguía alguna que otra cosa entre la basura y se ganaba unos centavitos, pero ya estaba oscuro y no tenía nada, los ruiditos en su panza eran cada vez más fuertes, él trataba de ignorarlos y seguir en su búsqueda, pero nada, la tristeza comenzó a invadirlo y caminando con la cabeza gacha vio que algo brillaba en el suelo, solo a unos pacos pasos, continuo el andar, el brillo estaba cada vez más cerca y más cerca hasta que llegó a él, un sol, era un sol el que brillaba, que encendió el rostro del chico, lo contemplo un instante y no podía creerlo, la alegría era inmensa, esa sonrisa en su carita no podía explicarse, Pablito tomó la moneda con sus pequeñas manitas y la siguió contemplando hasta que la metió en su bolsillo, ya no tenía ruiditos en la panza, ya no podían molestarle, ya no tendría más frío, tenía su sol en el bolsillo.

Papelucha

Un sol para los chicos