Amaneció bajo tu mirada perversa, pasaste la noche en vela, vigilando mi sueño, esperando pacientemente mi despertar. Entreabro los ojos y te observo a contraluz en la ventana, tus insomnios me matan, no puedo aun entender que no duermas, que al momento de acostarme ebrio de tinto y sexo, extenuado por la faena, no seas capaz de dormir a mi lado, sino sólo esperar amanecer, ya me acostumbré a tu rutina, vemos una películas, descorchamos un par de botellas, nos embriagamos y luego a la cama, a mordernos y lamernos como animales, reventamos un orgasmo y quedo desfallecido sobre el colchón…. Tú te levantas, enciendes un cigarrillo, quitas el meloso disco de lounge que puse para la sesión amatoria y rebuscas en tu cartera por uno tuyo… Jazz. Y me sumerjo en la Holliday, despercudiéndome de Zero 7, que fue lo último que escuche. Y me quedo mirando tu rostro sudado, y trato de mantenerme despierto y no lo consigo sino sólo a medias, veo tu cigarrillo encendido y cómo este ilumina tu rostro, te veo empinar la copa y vaciarla de un golpe, haciendo caso omiso al ‘disfrutar de su dejo a chocolate y frutas maduras’. Y ahora... termino de abrir los ojos, me miras y descubres que desperté… un “¿Cómo dormiste?”, una mirada tierna de tus ojos profundos, quiero preguntar cómo dormiste pero no quiero la respuesta de siempre, nadie entenderá nunca lo que es dormir con tu propio fantasma.
Andrés Reveco |