Los dias de Juan Castillo
Burbujea el mediodia,
en la piel de los lagartos
Como cuerdas los tendones
se prolongan en los brazos,
casi se arrancan del hueso
aguantando la barreta.
Sin querer sus ojos secos, buscan la de vino blanco.
Se para, mira a lo lejos
descarga un chorro en la tierra
y hace girar la botella,
la aprieta fuerte en la mano,
por un segundo a la vida
la siente junto al garguero, y en ese espasmo se queda.
El cielo se fue afilando,
en los bordes de su cara.
Se refriega lentamente
la manga sobre la boca,
con los parpados cerrados
aguanta que el viento pase,
lo entierre un poco en la arena,
vaya buscando las bardas, y se encrespe en los neneos.
Un silbo se desvanece,
volando por el silencio.
Repite el trago sin gestos
esta vez mirando el suelo,
fija la gorra en la frente.
La ilusión de eternidad
que lo moja por adentro, se fue cumpliendo en su espalda.
Escupe, palma con palma
se agacha y agazapado
grita enterrando la pala.
De golpe parte el hachazo
(es un brillo centellante)
que mata al algarrobillo,
justo en la firme raiz, y en lo profundo de su alma.
Rebota la mano blanca,
del sol entre los pedreros.
Para mi amigo Walter Ocampo (El poeta fundamental de San José -Entre Ríos)
(2005)
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