En la quebrada del Diablo
se detiene el jinete y su caballo.
Mangala, que así se llama el animal
observa el atardecer desde las alturas
y busca en el horizonte su establo.

No lo ve.

El jinete por más imagina
su próximo destino
su próxima guarida,
no cesa de soñar.

Es que ese paraje durmiendo
con la luna y el sol como testigos
logra cautivar su espíritu solitario

Sueña que encuentra una casita
pequeñá y escondida en el bosque
donde su amada lo espera
con mánjares, cariño y descanso.



La mirada de ambos seres
contemplando el anochecer
sensibiliza a las bestias cercanas
que aúllan en las tinieblas
gritos de compasión a la tierra.

El jinete le pregunta al escenario
si es la realidad o si no ve nada.

Desea saber en qué paradero
sus sueños reposan.

Y le pregunta al planeta
si es su verdadero hogar.

El jinete cierra los ojos
y logra observar
bastante más que en la realidad.

Ahí está la chica de luz
saciando las heridas del dolor
y la sed del desencuentro.