Este era un hombre original, al que las mujeres lo hacían sonrojar,
sin trabas ni prejuicios,
tampoco taras ni vicios,
con una novia de su edad, a la que le debía lealtad.
Se llamaba Joel y su padre no lo vio crecer,
trabajaba en investigaciones, con casos de corazones,
y tenía amigos de dinero con los que era sincero.
Cada dos días iba a visitar a la que algún día iba a desposar,
pero le pasaba algo que no comprendía... no concebía...
se olvidaba del nombre de ella y otro repetía.
El nombre que solía delatarlo tenía por dueña a quien no podía amarlo,
pues cadenas tan fuertes los aislaban
que tan sólo al recordarla, ya pecaba.
La última vez que la nombró delante de con quien se comprometió,
ésta le exigió la verdad,
“Por qué dices ¨Libertad?¨”,
que acaso se sentía atado
cuando estaba a su lado.
Como no quería perderla inventó que era el nombre de una perla,
descubierta en rincones australes
donde aún no llegan cosas artificiales.
Joel no tenía cara de sinverguenza, en sus ojos parecia haber una verdad inmensa,
mas la joven de él ya dudaba
hasta de lo que en su profesión juraba.
Dispúsose en adelante a ella misma averiguar,
si una mujer así se podía llamar.
Conversando con la suegra un día, supo de una prima a la que él mucho quería,
de niños juntos siempre estaban,
y cuando crecieron, de sus penas hablaban,
se querían tanto que se podría decir
que ni la muerte los iba a desunir.
“Libertad” aún no se casaba y todos los hombres la ignoraban,
vivía muy cerca de allí y a veces hasta se quedaba a dormir.
Con esto la novia comprendió que Joel la engañó,
y le gritó una noche de Libertad,
la perla descubierta en terreno austral,
que a pocos metros de donde él vivía
una mujer ese nombre tenía.
El le rogó que la escuchara, que la Libertad con quien se criara,
era sólo su prima querida,
una jovencita herida
por hombres que no la quisieron,
porque demasiada fealdad en ella vieron.
Sí, Libertad no era bonita, hasta le decían “la monita”,
y ésto, sólo ésto convenció a la novia de Joel,
para que lo dejara de joder,
y hasta quiso conocerla
para poder comprenderla.
Fueron amigas sinceras por hartas primaveras,
la novia compartía con ella su felicidad,
del hombre con quien se iba a casar,
y juntas comentaba de él,
del marido que iba a ser.
Pero Joel continuaba escondiendo que a la fea estaba queriendo,
y un impulso que lo venció,
lo llevó un día hasta sus brazos y la amó;
ésta le rogó después que se casara
y que de una vez la olvidara.
Libertad no se podía convencer de cómo a su primo así podía tanto querer,
y lo más increíble para ella
era que él la encontrara bella,
siendo que su nariz filuda y larga,
con su redonda cara amarga,
sólo lograban alejar
a todo hombre que la fuera a mirar.
Joel no pudo continuar fingiendo y a su novia le fue diciendo,
que lo golpeara cuanto quisiera,
que le dijera todo lo que mereciera,
pero que hasta ahí se iba a quedar
la linda boda que se iba a realizar.
Volvió a su casa derrotado, con las lágrimas de quien había dejado,
pues ésta ni un reproche le dio
y hasta buena suerte le deseó,
pidiéndole que se acordara
de la que un día lo amaba.
El fue en busca entonces de su amor, para contarle su decisión,
que no le importaba el parentezco,
“y aunque a ti casi me parezco,
no voy a ignorar que te quiero,
que sin sangre vivo, pero sin ti muero.”
Acordaron casarse en secreto, después soportarían los retos,
mas se fueron un amanecer frío a instalarse cerca de un río.
Nació una niña para su felicidad, a la que también llamaron Libertad,
pero a sus tres meses se enfermó
de una peste que se la llevó.
Libertad también llamaron a la segunda que el pueblo llamó inmunda,
por la apariencia de animal
con que al mundo vino a parar,
murió antes de completar el mes,
la enterraron sin manos ni pies.
Nació la última muy sana, vigorosa, una mañana,
creció tan bien y tan hermosa
que la comparaban con las rosas,
pero un hombre extrañamente se prendó
y nunca nadie más la vio.
Una bruja opinó que era un mal de quien de ellos se quiso vengar,
y que lo mejor que podían hacer
era a su pueblo volver,
para pedir perdón
a quien les lanzó la maldición.
Regresaron en un tren al lugar de su querer,
y encontraron todo tan renovado
que por un momento,
se olvidaron del pasado,
y entrando a la casa de su mamá,
Joel con un niño triste fue a chocar.
Este le hizo acordarse de la mujer con quien un día iba a casarse,
lo tomó de la mano y le dijo:
-”Y tú... de quién eres hijo?”
-”Me llamo Joel Santa María y mi madre se murió este día.”
Llorando tanto el chicuelo le contó que no tenía padres ni abuelos,
pues su madre acababa de morir
envuelta en una fiebre de maldecir,
que se había vuelto loca
hace muchos años, de la boca,
porque sólo hablaba de una pareja
que se había ido sin sus quejas,
y que ella tenía en sus manos
el destino de esos insanos,
y que hasta se morirían
sabiendo que felices nunca serían.
Joel supo de inmediato y sin siquiera pensar mucho rato,
que aquella madre enloquecida
era su ex novia enfurecida,
y al querer verla en el atahúd,
el niño le dijo: “Se la llevaron al sur”,
y es por eso que también lloraba,
ni siquiera su cuerpo estaba.
Su locura irremediable llegó al fin
sólo cuando gritó: “Yo no muero aquí,
o me llevan a terreno austral,
o me hago inmortal”
Todos querían su muerte, hasta el niño con su mala suerte,
era una loca que hacía daño,
que no debía vivir más años.
Joel entonces preguntó:-“Tu padre también ha muerto?”
-”No, él se fue y nunca ha vuelto.
por eso mi madre lo maldecía,
a él, a su mujer, y a sus crías.”
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