El sol se ha colado por mi ventana, sus rayos inevitablemente me invitan a despertar, así que abro los ojos poco a poco, pero no se qué me sucede… siento algo extraño que me invade, no sé qué es, no sé por qué lo siento.
Con desesperación, he recorrido la habitación con la mirada descubriendo que mi sensación nada tiene que con ella, no es el color pálido del lugar, no son los muebles, ni siquiera es el desorden total que se visualiza en éste espacio.
Ese no sé qué me invade, se interna en mi cuerpo y hace que mi respirar se vuelva lento, que los minutos sean eternos, que mi cuerpo no sea más que un bulto sin fuerza y sin voluntad.
Aún no logro separarme de mi cama, no se que tanto tiempo ha pasado, tal vez minutos, quizá horas, mi vida se ha paralizado, creo que mi cerebro ha dejado de registrar la realidad y mis ojos no son más que una materia inerte.
De pronto me he sentido prisionera de mi propio cuerpo, “el no sé qué” ha colocado una barrera entre la vida y mi vida. ¡Dios! … ¿qué hago? ¿Cómo librarme de éste sentimiento? ¿Cómo eliminarlo? Ojalá que un día despierte y me percate que ha desaparecido, ojalá ese día sea hoy, ojalá ese sentimiento se olvide que existo, se olvide que soy vulnerable a él.
ISABEL MERINO
|