Parecía apresurada, llevaba una cara de preocupación que podía significar cualquier cosa imaginable. Apuró el paso y mientras con la mano izquierda afirmaba su mochila, con la derecha buscaba una moneda en su bolsillo estrecho.
Al sacar la mano, arrastro, sin darse cuenta, una moneda de más que se precipitó al suelo girando lentamente. Ella no se dio cuenta de lo sucedido hasta que un leve tintineo de metal contra cemento llamó su atención, frenó casi en seco y dándose vuelta, miro hacia el suelo, dirigiendo su vista al lugar de donde creyó había venido el tintineo. Sólo unos instantes tardó en localizar la moneda, que brillaba y parecía sonreírle. Un alboroto casi inaudible. La mano derecha, junto con el brazo, se extienden en un armonioso y delicado proceso cuyo fin único es recoger la sonriente moneda. El alboroto se oye cercano. Tan sólo unos pocos centímetros separan sus finos y blancos dedos de aquella moneda que ahora ya no parece sonreír, más bien se muestra con odio.
No le ha prestado atención al alboroto, y mientras su dedo índice y su pulgar se convertían en una pinza que le permitiese recuperar la moneda, el alboroto, ahora sobre ella, la hizo levantar la cabeza…
El viento sopla suavemente, las ramas de los árboles se mecen y hay en el suelo una brillante moneda que parece sonreír.
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