Nómade.
Recolector de encantos minúsculos, de gotas de lo eterno.
Recorro caminos esclavos del tiempo.
Imprimo horizontes en mi diario ocular.
Guardo dentro de un pañuelo los ojos de seres que dicen algo con su cuerpo.
Y la mudez de los campos, espejo del suelo.
Dentro del agua descansa un grito de piedra.
Los hombres juegan a verse; los ojos bien cerrados.
Pasajeros sin habla de un tren muerto en vida.
Sol incandescente, el centro del pecho.
Respiro colores de mar, vertientes de avena.
Abro los ojos y me acerco a la ciudad luminaria.
Ahogado de estrellas rediseño mi cuerpo.
Entiendo que soy yo quien decide lo que digo.
Soy espejo indeleble de un reflejo mental.
Bajo los sauces mortales escribo el amor.
Lo observo como si fuera un trozo de pan.
La obscuridad es buena cuando se busca claridad.
Tan fácil como colgar en el armario, el traje de lo que somos.
Hay que olvidar buscar un nombre cuando aún no tenemos un rostro.
Los ojos son nuestra única hoja de vida.
Hay quienes no duermen tratando de amar.
Ser reales, auténticos, inolvidables.
La gloria no se busca, y los laureles solo sirven para no morir de hambre.
El fin es autorizar al incendio habitar en tu cuerpo.
Entender la tormenta como un regalo de ser.
Vaciemos los ojos. Veamos celeste.
Abandonemos lo predescible, lo estático, lo muerto.
Encontremos lo que nace, la semilla, lo infinito.
Frutos pendiendo de un árbol, sándalos extraviados de una tierra ancestral.
Pobre del que deje que muera su fuego.
Querer huir del recuerdo, mirar de costado al tiempo.
Quemar los rostros sin fuego, moldear nuevos cuerpos.
Sentirse sin vida entre sábanas ajenas, santo sudario de un amor esclavo del tiempo. Claustro gregoriano.
Un mediodía ajeno de historia. Filosofías nulas, incorpóreas.
Hijos de un engaño matemático, faltos de encanto.
La civilización se divide, manos saludando al sol.
Pies descalzos; sucio recuerdo de un camino estelar.
Caminar hacia uno mismo. La verdad explota en silencio.
Preguntas dentro de preguntas. Un espiral.
Virtuales objetos de poder flotan entre los mortales.
El miedo es de plástico.
Alerces desnudos lloviendo su aróma. Nidos de artistas secretos, cubiertos de paños de seda. Eternos.
Fogatas en el mundo, archipielagos sin nombre.
Reconozco personas en erupción. Incendiados de luz, muertos en el azúcar.
Seres solares, inmortales, defensores del ser.
Somos personas de hiedra asfixiando las piedras. Luchadores de un bien inmaterial, inviolable, real.
Seres similares a dios. Concrétos. Perseguidores de luz, homogéneos.
La lluvia cuenta secretos tras un vidrio aburrido.
Los niños miran sus ojos en el agua.
Todo se apaga de momento, las voces se alejan, renacen fantasmas.
Un mediodía fluvial, desteñido y sin forma.
El tiempo como resultado del arte.
Una película llora sus momentos decisivos. Los violines siempre nos quitan la vida de alguien.
Libros ausentes sobre la mesa. Pequeña prisión de relámpagos.
Abro un libro y cierro otro, el mío.
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