Se acaba un día de sombra. Y no es fácil que se acabe. Además de la sombra, y del día, es domingo: el domingo finaliza los días precedentes.

Se entretienen las gotas en los cristales. Y la lluvia en sus remolinos.

Aquí dentro las horas discuten su parecer, en monótonos minutos medibles de memoria.

Y sus memorias se descuelgan infinitas.

Ya hay, por doquier, semblanzas de otro día que acontece. Y su espectro alojándose cerca de mis ojos.

A lo lejos, un hombre sentado parece sujetar un vaso con ginebra. Está en actitud de espera.

Y mi actitud de espera, se cuelga en el vacío, en otra espera interminable.

Mañana será lunes.

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