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El Príncipe azul.

Lorna: La pareja perfecta, La media naranja, la horma para tu zapato, el príncipe azul. Son distintas maneras de referirse a lo mismo. A esa persona que será tu pareja ideal y por la cuál tu dedicas gran parte de tu tiempo y tus energías hasta encontrarla.
Desde chiquitina a una le enseñan a soñar con esa persona. La vida gira en torno a ese ser mítico y poderoso que transformará tu vida en un camino de rosas y solo venturas.
Tu te transformas en el trofeo de ese hombre que te recibirá agradecido y amante, para cuidarte y protegerte, acompañarte el resto de vida; para vivirla feliz y realizada en su compañía. Y te cuidas y te preparas para él. Todo tu esfuerzo será para él. Eres un tesoro y pasas considerándote eso los primeros quince años de tu vida. El primer encuentro con la triste y cruda realidad, aquellas primeras envestidas de la vida en contra de tus fantasías, se dan entre los diez y los quince. Una fila de posibles candidatos que huelen a perro y que sienten más atracción por una pelota que por ti. Te consuelas explicándote que son solo niños;el príncipe es joven, aún no es tiempo para que llegue… Y aparecen los primeros ojos tristes que te roban el corazón. Pero pronto te das cuenta que sigue siendo el mismo niño sólo un poco crecido, con olor a perro que corre detrás de la pelota...
La cosa cambia desde los quince para adelante -en algunos casos desde antes pero no me referiré a esos casos patológicos- Un día descubres que el príncipe deja a un lado la pelota y te mira con unos ojos transformados y ya no tristes, pero igual de entreabiertos, y que no logras entender... y el famoso "tesoro", supongo que no será necesario especificar a que me refiero, comienza a ser algo incómodo, porque el famoso destinatario no aparece por ningún lado. Y además cobra vida y ya no es algo intangible. Lo sientes y resientes. Y te bajan unas ansias incontenibles de ponerte dadivosa y entregar el tesoro al primer macho que cumpla con algunos de los requisitos de este príncipe soñado. Comienzas entonces a alimentar la vista y por supuesto engorda. El rigor para la selección del hombre ideal baja, y algunas veces, dicen que la mayoría, hasta desaparece. Empieza la manga ancha y descubres el sentido de la relatividad. Aparece en tu léxico la palabra tolerancia y constatas, empíricamente, que el ideal no existe y por supuesto entiendes con desazón a aquellos pensadores que hablaban de esa cosa tan difícil de entender llamada utopía. La vida se transforma en una utopía inalcanzable, pero que no se sabe por que razón, al mismo tiempo, en una idea inaceptable.
Y la naturaleza es tan sabía que te depara una gran sorpresa para vencer todos los temores. La ceguera momentánea. Aquella que viene en ese momento en que un esperpento puede llegar a convertirse en el hombre de tu vida. Y te dedicarás el resto de tu vida a comprobar que estabas ciega y que no es el hombre de tu vida. Porque el hombre de tu vida sólo está en los cuentos, y lo más cercano que te puede tocar es un hombre que te cuente el cuento y que no te des cuenta.

Texto agregado el 30-04-2005, y leído por 115 visitantes. (0 votos)


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