Nada cambiaba tu figura flotando dentro de mí; inmerso en las aguas que fluían hacia tu frontera. Tejiendo mi piel en tu semblante; mojada; tieso; en una encrucijada de sentidos bajo el saqueo de tus labios. Y estallo al borde de tu miedo, petrificado entre mis pechos; como un abismo que arrasa con las lenguas y los besos, para extenderse más allá; rasgando en mi cintura que explota sometida a ti. Te amo; me tienes; atravesada bajo los instintos; dentro; fuera; ascendiendo en la morada de tu vientre, que me lleva al infinito de tu cuerpo. Sofocada; leve; danzando en el silencio de tu boca, o dibujada en el temblor de la mirada. Soy tuya; me exhalo en el gemido que corre por tus labios, como una serenata de sudores; me sientes; te erectas, en ese remolino helado que nada por tu espalda; para perderte en los humores de mis sales. Y todo se vuelve una alquimia de sabores mansos, que confluyen dentro de las vísceras; los jazmines; el fuego; tu pelo de plata latiendo bajo los suspiros de este atardecer.
Ana.
Texto agregado el 08-12-2002, y leído por 696
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Lectores Opinan
09-12-2002
Siempre me ha llamado la atención cómo (las mujeres especialmente) pueden relatarse tan bien unas sensaciones tan íntimas.... ¡salud! Giovanni