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Fui el primero en llegar, siempre he tenido esa mala costumbre. En un país donde estar a tiempo significa llegar media hora tarde, todos me consideraban una especie en extinción, un fenómeno digno de estudio. Ni siquiera cuando me esfuerzo puedo llegar tarde, o a tiempo, como quieras verlo. Este comportamiento me ha causado más de un problema, aparte de tener siempre que esperar pensando en porqué me apuré. Pero no es que ande apurado, siempre me tomo mi tiempo y las cosas salen igual, puntual como siempre.

Me quedé sentado dentro de casa, esperando que los anfitriones bajaran. Escuché que Elsa le comentaba a Julio que porqué siempre este llega tan temprano, siempre es igual. Julio le respondía que bajara la voz, que allí está abajo y te está escuchando. La casa de Julio era heredada. Antigua, con techos altos y con un olor a mueble viejo que me recordaba la casa de mi abuela. Me puse a revisar sus discos, pura música moderna, no pude encontrar nada que fuera de mi gusto. Me cansé de estar sentado y comencé a caminar por la sala, mirando los adornos de cristal o los ceniceros. Había unas flores artificiales que me llamaron la atención por reales que eran, hasta que pude percibir el olor a plástico de las mismas. Eso era.

Después de una eternidad, Elsa y Julio aparecieron. Bajaron las escaleras con parsimonia, y me saludaron. Siempre temprano, dijo Elsa, yo la miré con sorpresa y agregó que no me preocupe, ya te conocemos. Julio sugirió que ya fuéramos yendo, que teníamos que pasar por su amiga que estaba como loca por conocerme.

A mi edad con citas a ciegas. La verdad que a insistencia de ellos accedí a ir, que Carla era preciosa, muy buena gente, gran amiga y todos los adjetivos extraordinarios que pudieron extraer. Parece que también le dijeron a ella que yo era de alguna forma mejor que la que realmente soy. Hay que exagerar antes de conocer, en todo caso, siempre la realidad de las personas es peor que la percepción que tenemos de ellas. Durante todo el camino, Elsa me siguió recordando las bondades de Carla, y me decía que tenía que ser ameno, galante, interesante, porque sino jamás querría salir de nuevo conmigo.

La verdad es que si quería salir conmigo o no, no era nada importante en ese momento. No tenía la menor intención de impresionar a nadie, ni de poner un enorme interés en algo hasta no descubrirlo. Tampoco tenía porqué darle gusto a Elsa ni a Carla ni a Julio ni a nadie. Su conversación me preocupó bastante y lo único que atiné a pensar fue bajarme del carro e irme a mi casa.

Demasiado tarde, pensé, habíamos llegado a la casa de Carla. Elsa bajó a recogerla, ni me preguntó si quería bajar yo a hacerlo. Me quedé en el asiento de atrás mientras Julio me preguntaba si estaba nervioso y prendía un cigarro. Lo miré por el retrovisor y moví la cabeza negativamente. Vamos a ver, dijo él, cómo te portas esta noche.

Elsa y Carla salieron. Me bajé del carro estrepitosamente y tropecé, mientras que Elsa me presentaba. Carla era muy bella, de una nariz increíblemente perfecta y una sonrisa caudalosa y cristalina. Su risa me llamó la atención. Sonaba a monedas cayendo al suelo. No tuve más remedio que abrir la puerta diciendo hola y dejarla pasar en el asiento de atrás.

Habían quedado en ir al cine. Eso me convenía porque es el mejor lugar donde la comunicación no tiene lugar. Elsa nos miraba mientras nosotros hacíamos la conversación tradicional de dónde eres, dónde trabajas, en qué colegio estudiaste, cuántos hermanos son, conoces a tal persona, qué bien, que interesante, no sabía que te gustaba esto. Julio me sonreía desde el retrovisor, como proyectado de una película. Elsa comenzó a decir que la película es buena, que su hermana la había recomendado y que era realmente graciosa. Hasta se animó a contarnos parte de ella, pero Julio la calló diciendo que no tenía gracia que nos la cuente, además que mira qué interesados están los dos conversando. Elsa se miró con Carla y rieron. Esa risa, me pareció sospechosa y me desanimó en algo. Pero fiel al castigo, seguí haciendo las preguntas de rigor y escuchando atentamente sus comentarios y su monetaria risa.

Entramos al cine. No le puse mucha atención a la película, es difícil además que algo me cause gracia. Siempre causo risa o hago reír a los demás, pero no es fácil que yo mismo la obtenga de alguna fuente externa. Nuevamente Carla reía y me miraba de cuando en vez. Yo le respondía con una sonrisa y volteábamos nuevamente hacia la pantalla. Más bien resultó que entre lo que yo esperaba y lo que ocurrió, había una brecha. Pero una brecha positiva, dado que Carla no era como las demás, aunque, pensándolo bien, no tengo muchas otras con las cuales compararla. En todo caso, me propuse seguir mi intuición, en ausencia de pruebas científicas que comprobaran mi aseveración.

Cuando terminó la película, Julio y Elsa propusieron ir a comer. La miré a Carla y movió la cabeza negativamente. Me permití responder por ella, y dije que quizá ella estaba cansada. Me volvió a mirar, se acercó hacia mi oído y me dijo que más bien quería quedarse sola conmigo. Allí si se me vinieron todos los nervios juntos, por suerte todo esto ocurrió en el lapso eterno de cinco segundos, mientras Julio y Elsa miraban libros en una vitrina. Qué cara me habrá visto que soltó nuevamente el dinero en forma de risa. Ahora échate a buscar una excusa para quedarte sólo con esta chica. Pero no tuve que pensarlo más, ella me dijo que todos juntos fuéramos a dejarla, y que yo vaya a su departamento una hora más tarde.

Espero que Julio y Elsa no sospechen, pero pensé que podían escuchar mi corazón. Dejamos a Carla y luego me dejaron en casa. Tenía media hora para regresar. Decidí darme un baño y ponerme mi mejor ropa, mientras escuchaba algo romántico para la ocasión. Pero nuevamente me vino a la mente mi sentido del tiempo. Si llego a tiempo, no va a funcionar, voy a parecer demasiado angustiado y seguramente no va a querer abrirme la puerta. Tenía que hacer algo para no llegar a tiempo. Me demoré en bañarme, me saqué el reloj y metí mi despertador dentro del velador, y decidí seguir escuchando la música durante un buen rato.

Cuando llegó el momento, me dirigí a la casa de Carla. Ahora, qué era lo que haría; debería hacer algo de conversación, o de frente me le tiro encima, y para colmo no traje ni siquiera una botella de vino como en las películas, que es como debe ser. Mejor espero unos cinco minutos más.

Cuando toqué el timbre, nadie contestó. Mi corazón latía con apresuramiento, igual que mi cabeza y mis manos. Esperé. Volví a tocar con desesperación. De la ventana del segundo piso, divisé con sorpresa la cara de Julio, luego la mitad de su cuerpo desnudo y tras de él estaba Carla.

Llegaste tarde – me dijeron a coro.

Texto agregado el 20-08-2003, y leído por 162 visitantes. (0 votos)


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