VIAJEROS III

Las mansiones de hielo, son las primeras construcciones humanas que verás en tu camino. Disfrútalas. Ampárate largas noches en su sombra. Cobíjate y bebe licor y vino en los pisos brillosos de cualquiera de las mansiones. Pide con autoridad que te abran las puertas. Eres un hombre libre y así seguirás mientras habites las heladas calles de la ciudad. Calienta tu pecho con el jugo de las flores que brotan en los caminos, maceradas con hierbas, enriquecidas con miel de lavanda. Habla con tus iguales, juega a los dados, grita y ríe. El camino que sigue, cuando decidas abandonar esas heladas calles, es arduo, áspero y por sobre todas las cosas solitario...
Aprovecha los últimos minutos de la compañía humana. Las altas torres de marfil esconden a miles de viajeros que niegan a dejar la ciudad y huyen por pasadizos construidos por otros peregrinos, siglos atrás. Los caminos oscuros están hechos para la huída. Los que murieron en la ciudad quieren que permanezcas en ella. El frío te adormece ¡manténte alerta! ¡manténte despierto!
Animales blancos, sinuosos, surcan los caminos trasparentes y abismales de la ciudad. Cuídate de ellos. La ciudad es bella, pero como todo lo bello es tranquilamente sagrado o profundamente perverso.
Quédate en la ciudad. Aléjate de ella. Las dos opciones son dignas de un viajero. Si sigues pronto el viaje...estarás solo. Pero la soledad ayuda a encontrar con velocidad el camino de lo Eterno...