Parecía que el hombre no sabía tocarlo. Pero lo guardaba con un celo infinito. Podían vejarle, escupirle, robarle cualquier otra pertenencia, pero aquel violín que desentonaba en su brillo y pulcritud con el harapiento, no se lo iban a quitar, ni siquiera por todos aquellos gordos billetes que le habían mostrado algunos y que podían significarle un par de años sin preocuparse por mendigar o recoger algo de la basura.
Hay quienes dicen saber que fue un gran músico y que cayó en la desgracia a partir de la dolorosa pérdida de sus hijos en un accidente vial. Otros afirman que es el botín que obtuvo al asesinar a un miembro de la orquesta Filarmónica de Berlín en su paso por México.
El me contó su " verdad", a base de terquearle durante semanas.
Desgraciadamente -para mí- no me convenció de haber estando hablando en serio. Él dice que el instrumento se lo obsequió un lisiado al que ayudó a bajar de una camioneta, con el interés de obtener un par de pesos. Me dijo que sus miradas se encontraron en una especie de enamoramiento asexuado que solo se da entre dos almas gemelas. y que la amistad de aquel judío al que llamó Isac Perlas le hace guardar ese violín, que le dió en aquel momento, despues de interpretarle aquella "canzoneta" que quiere volver a escuchar algún día...cuando vuelva su amigo por esa calle.