¡Filosofía!
Yo iba en un colegio llamado “Colegio Nuestra Señora del Carmen” donde nos obligaban a asistr, anualmente, a un “Encuentro con Cristo”, una especie de retiro espiritual donde debíamos replegarnos para encontrar a Dios en nosotros, querían que fuésemos algo así como unos San Agustines producidos con esmero y con rigor. Recuerdo muy bien una difícil pregunta que nadie lograba responder, era la primera pregunta de un extenso, para mi edad, cuestionario de “autoconocimiento espiritual”. La pregunta decía así:
- ¿Quién eres?
¡Que fácil! dijimos todos en un principio, pero al mostrar nuestras respuestas a los “profesores guía”, de lo cual no tenían nada, quedamos totalmente petrificados. Yo respondí que era Carlos Soto a lo que el profesor reparó diciendo que la pregunta no era ¿cómo te llamas?, y así paso con todas las respuestas que oscilaban entre: soy hijo de “Fulano y Zutana”, descripciones físicas, descripciones de gustos, de sentimientos, de expectativas, etc. Todas muy normales. Pero todas estas respuestas eran contrarrestadas con frases como: no se preguntó ¿quiénes son tus padres?, no se preguntó ¿cómo eres físicamente? ni ¿cuáles son tus sentimientos? ni ¿qué esperas de la vida?. La pregunta es ¿quién eres?. Yo y mis compañeros quedamos en un anquilosamiento mental debido a tan complejo ejercicio de reflexión que se nos pedía, incluso ni siquiera lo concebimos de esa manera. Al final nadie respondió, ni recuerdo que algún guía nos diera un ejemplo de respuesta esperada.
Ahora, varios años después, aun no puedo responder esa pregunta sin recurrir a las respuestas normales, pero lo que sí puedo es contarle que clase de personas eran estos “guías”: no le alcanzaba para hipócritas, solo eran unos ignorantes, ilusos que se atrevieron a pensar que podríamos responder, ¡unos niños!, a tan compleja pregunta que no han podido responder en toda su vida tantos hombres doctos y reflexivos en demasía. No tan solo el hecho de que fuéramos niños es lo que me irrita de su ingenuidad, sino que cómo un grupo de personas adultas que enseñaba a mirar la vida, a vivir la vida, mediante un dogma se les puede ocurrir que un grupo de prepuberes de mente uniforme podría develar tamaña incógnita.
Con razón no impartían filosofía.
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