LA SERENATA

Luis Antonio Rodriguez Torselli

Es asombroso lo que nuestro cerebro y nuestra mente pueden hacer. Los misterios y los recuerdos que se almacenan – en cual gaveta, en cual archivo, - aún cuando parecen perdidos en un momento, sin pensarlo siquiera, mucho menos imaginarlo, surgen de ese lugar secreto. ¿Pero cuál es la razón por la que digo esto? ¿Qué me lleva a rememorar estas cosas?

Lo que sucedió, fue que hace algunos años (1995), al retirarme de una sesión de la Junta Directiva del Club Fotográfico de Guatemala, venía conduciendo mi carro, un mitsubishi azul. Sería alrededor de las diez de la noche. Era una noche bastante clara y tranquila, lo cual permitía escuchar la débil señal de la radio del automóvil, que es la que aún escucho en mis momentos de paz y tranquilidad.

Esa emisora, la recuerdo con el nombre original con que la conocí, y, aún cuando ya cambió su nombre, para mí sigue como la Radio Faro AVIATECA.

Suerte, mala suerte, coincidencia, ¿Quién sabe? La emisora se estaba despidiendo de su auditorio. Como fondo musical, su música emblema desde que se inició esa emisora en 1948 ¿1949? La Serenata para cuerdas de Tchaikowsky.

En ese momento, posiblemente la oscuridad del periférico, la profundidad del puente, la soledad del momento, el silencio reinante, la cabeza dispuesta a recibir cualquier estímulo, quién sabe, sucedió algo muy especial: algo que considero como un suceso extraordinario. Al escuchar la música, tuve una regresión mental bastante fuerte, pero no por eso dejó de ser muy agradable.

Me vi en el corredor de una casa que tenía un patio con una fuente al centro – casa que ubiqué inmediatamente – la tercera avenida. Lo increíble es que visualicé como estaba vestido: con una boina vasca y un pantalón, posiblemente celeste y un chaleco que no puede identificar el color y siempre al fondo de mis pensamientos seguía escuchando la serenata: en el momento que escuchaba el radio y simultáneamente en el momento que recordé y que estaba ubicado de una manera muy vívida y con una sensación de presencia muy grande. ¿Será que la magia de la música me produjo ese encanto traducido en esa regresión mental? Estoy convencido que si.

Yo nací en el año de 1947 y para ese entonces 1948 (¿1949?) la emisora radial favorita de mi papá se había convertido en la Radio Faro AVIATECA lo que implicó que la radio que yo escuchaba, aún sin querer, o al menos darme cuenta era esa emisora, la cual escuchaba en un pequeño radio marca Andrea, que mi abuela materna me había regalado cuando cumplí un año (por supuesto que la historia del radio la supe después).

Pero volviendo a 1995, las confusiones en mi mente, los recuerdos amontonados, la música que ya casi terminaba, me llevó a determinar una cosa: la primera obra de música clásica que escuché y de la cual tengo memoria, fue la serenata para cuerdas de Peter Ilitch Tchaikowsky.

Una situación extraña, un momento agradable que se repite ahora sin ningún preámbulo: en cada oportunidad que escucho “la serenata” me recuerdo de ese momento extraordinario, pero sobre todo, el recuerdo más antiguo que tengo sobre lo que escuché de música clásica, y aún siendo muy niño, es “esa Serenata”.

Nueva Guatemala de la Asunción, 12 de agosto de 2003