JOSEFA
Cuento autobiográfico
Luis Antonio Rodríguez Torselli
Vi la luz en Madrid en el año 1980. El día exacto no lo sé. De lo que tengo certeza es que me fabricó uno de los más grandes Luthier de Guitarras del mundo: José Ramírez. Para identificarme, en la etiqueta de la marca me pusieron el No. 14666.
Al poco tiempo de construida, inicié un largo viaje desde mi lugar de origen hacia la América. Mi primer destino fue el lugar de distribución de GEORGE A. DAUPHINAIS, en Springfield, Illinois.
Allí me cupo en suerte que el considerado como el más grande guitarrista entre los grandes, Andrés Segovia, decidiera, después de acariciar mis cuerdas y comprobar -aun dentro de mi tímida sonoridad - que yo era una guitarra de primera clase. Eso ya fue un aliciente muy grande.
En febrero de 1981, se presentó con Dauphinais un joven guitarrista, Pepe Herrera, buscando un instrumento para su uso personal, y al estar allí me descubrió y pensó que yo era la indicada para quien era su amigo y hermano de cuerdas desde unos veinte años antes, y logró que me reservaran mientras llegaban los términos del intercambio.
Fue así como Pepe le contó a su amigo Luis Antonio que había encontrado la guitarra ideal para él. Luis Antonio, entusiasmado y habiendo conocido la sonoridad de mi hermana que había adquirido su amigo, decidió hacer un esfuerzo por conseguirme.
En Guatemala, en esa época, había un control de cambios de divisas y la obtención de las mismas era un trámite engorroso; además, Luis Antonio no contaba con el equivalente en quetzales necesario para comprarlas. Pero aún así, soslayó esas diligencias y obtuvo la autorización respectiva. A partir del 2 de marzo de 1981, fecha en la que mi dueño logro enviar el giro cablegrafió) y lo recibió Dauphinais, se inició una espera que para ambos resultó larga.
Me embarcaron de Chicago, IIlinois, para Miami, Fia. como punto intermedio hacia mi destino final: Guatemala.
En el ínterin, Luis Antonio iba todos los días a la Empresa Pan American a preguntar como iba mi traslado. Yo no lo conocía, y después supe que es una persona muy irascible y desesperada, que no aguantaba el deseo de acariciar mis cuerdas. El ser tan deseada me produjo una gran alegría, puesto que desde ese momento sabía que él me iba a tomar mucho cariño y que sería su compañera, en momentos difíciles pero sobre todo en aquellos agradables.
Era tanta la desesperación de Luis Antonio, que una noche soñó que yo ya había llegado a Guatemala y -dentro del sueño - vio que en lugar de una guitarra "Ramírez" le habían embarcado una "Linares". Él me contó después que tuvo un gran desasosiego y que eso influyó en el nombre que posteriormente me asignaría. Mientras tanto, yo estaba detenida en Miami.
Fue tanta la presión ejercida a la Aerolínea, que finalmente me embarcaron a Guatemala. Fue así como 19 de marzo de 1981, fecha memorable para Luis Antonio y para mí, finalmente arribé al Aeropuerto " La Aurora" a través de un avión de la Panam.
Cuando me llegaron a recoger, indicaron que me tenían en la cárcel. Ese era un lugar con llave y barrotes en donde guardaban la mercadería sumamente delicada. Después de los penosos y tediosos trámites aduanales (según me contaron, para poder retirarme del Express Aéreo se presentó un papel sellado con un escrito de cinco líneas y que finalmente resultó estampado con unos veinte sellos de las diferentes dependencias), me extrajeron de mi empaque y entonces, como de reojo, nos vimos frente a frente. No hay duda: Fue un amor a primera vista.
Ya en casa, ese día por la tarde, me dio un fuerte abrazo... Como diría alguien cursi: el flechazo se selló. Y yo ni siquiera tenía un nombre.
Hay entre los luthiers, la costumbre de ponerle nombre a sus instrumentos tomando en cuenta el día que los terminan y, al consultar el santoral, se coteja qué santo se celebra en esa fecha específica y de allí se escoge el nombre.
Como no sabíamos el día exacto en que terminaron de construirme, se tomó como fecha la del 19 de marzo, día en que nos conocimos. Por eso, mi nombre:
19 de marzo: la Iglesia Católica celebra el día del patriarca Señor San José.
Por el sueño -o pesadilla - de que habían embarcado una guitarra distinta a la esperada, mi primer apellido fue Linares, y de segundo apellido me dejaron el de mi constructor. Así que mi nombre completo es JOSEFA LINARES RAMÍREZ.
Cuántas situaciones hemos pasado juntos. Noches interminables de insomnio en las que he estado a su lado. Nos hemos platicado mucho y he sido muchas veces su consejera.
Algunas veces me he sentido triste, pues sin razón aparente me ha ignorado y he pasado meses sin que conversemos. Qué tristeza sentí una vez que, estando en el encierro de mi estuche, una de mis cuerdas se reventó. Me sentí inútil y sobre todo triste, pues en sus alegrías y en sus tristezas yo he estado incondicional con él.
Lo bueno es que esos momentos amargos, largos o pequeños, se han ido superando. Me echaba la culpa de que no respondía bien a sus caricias, pero no se percataba que eran sus dedos, y que por falta de práctica dejaba de interpretar a Bach, a Tárrega, Albéniz y cuántos otros... Sin embargo, ahora ya hemos superado esos momentos.
Más de alguna vez tuve miedo, pues Luis Antonio estaba casado con una señora cuyo nombre ni siquiera deseo mencionar; en un arranque de cólera contra él, quiso desquitarse conmigo, levantó una pesada maceta y la iba a estrellar contra mí. Estaba impávida cuando oí un grito muy fuerte que le dijo a la señora: " Si la golpeás, te mato". La maceta giró contra la pared y se estrelló. Toda la tierra que contenía salió por todos lados y mi estuche se ensució un poco. Luis Antonio
tomó un trapo y me limpió, y la actitud violenta para conmigo no se volvió a repetir. Al poco tiempo de esa situación, Luis Antonio se quedó sólo él con sus dos hijos.
Como a los dos años de ese hecho, Luis Antonio - ya sin pareja - y yo nos cambiamos de casa, y un día se entraron los ladrones: se llevaron los equipos de música, los televisores, las cámaras fotográficas... y a mí, afortunadamente, me ignoraron. Qué alivio sentí cuando por la tarde llegó Luis Antonio y, al ver aquel maremágnum exclamó, "Menos mal que mi guitarra está aquí". Pero basta de pensamientos desagradables y veamos las cosas positivas que después de eso han sucedido en mis veinte años de vida.
Me recuerdo de una vez en que tuvimos un recital y entre de los asistentes estaba Eduardo y su esposa, tíos de Luis Antonio, y una muchacha llamada Sandra. Ella era su compañera de estudios en la Universidad, y quién sabe por qué, le llamó la atención y llevaban algunos días de tener una relación de noviazgo. Pero volviendo al momento del recital, anunció que iba a interpretar "La cajita de música", y se la dedicó a ella. Recuerdo que Amalia, la esposa de Eduardo, le dijo que alguna vez le había sucedido algo así a ella, puesto que en un recital de piano, su novio, Eduardo, le había dedicado una pieza.
Actualmente, quince años después de haberse casado Sandra y Luis Antonio y de haber procreado dos hijas, ella ha dicho, en son de broma, que me tiene celos. Obviamente son infundados, pues Luis Antonio dice que quiere a sus cuatro mujeres, incluida yo, pero lo bueno es que no alego como las otras. Tanto así que en una foto que se tomó Luis Antonio conmigo, una de ellas dijo: "Cuando no, tenías que salir con tu primer amor". Yo me quedé callada; por eso, repito, no alego tanto como ellas.
En estos días tuvimos una experiencia muy agradable. Luis Antonio y yo interpretamos el quinteto la "Retiratta di Madrid", de Luigi Boccherinni, y en un concierto con el "Cuarteto Contemporáneo" (conformado por sus amigos Maco, Alex , Otto y Eduardo), al presentar el recital al público, dijeron que esa audición se hacía como homenaje al guitarrista, que cumplía cuarenta años de intérprete.
No hay duda de que fue una satisfacción para los dos, puesto que, en los últimos veinte años, yo he estado con él, y creo que siempre le he dado satisfacciones... y él a mí.
Ahora tengo una nueva ilusión: espero que podamos estar juntos cuando cumpla los cincuenta años como guitarrista, sus bodas de oro. Mientras tanto, él y yo seguiremos nuestros diálogos.
Nueva Guatemala de la Asunción, 27 de septiembre de 2000
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