Ahora que la distancia se ha impuesto, contemplo, absorto, la eternidad de aquel segundo que encontramos, sellando con nuestros labios; en ese día efímero, en aquel ambiente pasajero y olvidado por nuestras presencias. Los aires me traen el recuerdo del momento, el intenso, el vivo, el que se elevo a su correspondiente altura. El eterno.
Ahora que la senda predecible y conocida se resquebraja, me quedo solo, con trozos en mis manos, sin el agua que reclama mi sed, que encontré otrora, y de la cual un día me urgió beber ¡Y aún tengo sed!
Ahora mi fuente original se vera interrumpida; tú, que bien la conociste cuando andábamos en profundos desiertos y en vastas soledades.
Y ahora, ¡cuantas voces lanzo al aire! Y que despierto estoy, vislumbrando cruelmente la belleza desperdiciada que desdeñe por la costumbre.
Y te vas, y tus pasos se dilatan y la soledad me oprime, bordeándome y rozándome con la más oscura de sus caretas. ¡Que ruido tan triste deja lo imperecedero, lo que creí mío!
¿Que tenemos en este mundo?... ¿que nos pertenece?
Y ahora… nada es igual.
Por eso, antes que sigas huellas que ahora desconozco, y aunque los devotos no formen bullicios, ni arropen las calles; proclamo: Te amo.
|