-No es una noche para andar sola, me dije.
Pero no me hice caso.
El sobretodo negro, la bufanda de "miau" y las botas cómodas para darle duro y parejo a la caminata en la búsqueda de la luz de la luna de Abril.
Paso lento, sin tiempo recordándome las arrugas que se me harán si hago muecas por el frío. Casi 10 grados, noche estrellada. Mantengo una insana conversación con mi otro yo, la que me sigue, la que no se aparta de mis células. Sigo serena, ya me he convertido en un cubo de hielo, inmune a las agujas del viento en la cara. Cuento baldosas, miro lentamente vidrieras de ropa que no he de comprar, cruzo miradas con rostros que no se repetirán. Clones de ojos libidinosos. Aurea de paz que me rodea, tal vez sea la causa de las miradas incómodas.
De pronto observo: una mujer sentada en el escalón de la vereda, tiene en sus ojos esas lágrimas como en una largada de autos de carreras, contenidas pero lista a poner primera. Ella tambien debe estar contando baldosas. Un colectivo de media distancia, bajando pasajeros sin destino. Un camión estacionando en la esquina de un semáforo. Un árbol doblado, con escasa hojas, pero de pie.
El brillo que coloqué en mis labios, tiene gusto a frutilla.
Mi cabello negro está atado, no flamea.
El reloj de arena , me enroscó en el cuello fino, con recuerdos lejanos.
Pero sigo caminando, porque sé a donde voy.
Me detengo.
Se oye una música árabe en un salón. Mujeres ensayando danzas de otras tierras. Por entre las cortinas transparentes con estrellas doradas, las miro un rato.
Sigo mi paso.
Y ahí estaba!
Ella, solitaria como pocas, escondida tras el edificio del boulevard, tambien miraba baldosas.
La luna , casi redonda, con un pedacito,escondido en la noche fria y estrellada y Yo y la sombra que me sigue.
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