Ando repartiendo besos y caricias en los labios equivocados. Ando susurrando te quieros en las orejas no deseadas y miento sin remordimiento al mirarlas a los ojos y decirles “yo también”.

Tomé este camino poco después de perder tu aroma de mujer en los cuellos de mis ropas y tu perfume de almendras se extravió en la gaveta.
Mis cuellos huelen hoy a tabaco y alcohol, a perfumes baratos que nada tienen que hacer con el que me endulzaste cuando te conocí. Las noches son largas en esta nueva etapa de pordiosero de amor, ando pidiendo limosnas de besos y cariños a cuantas mujeres me topen el hombro en la discoteca.

Antes lo que me importaba en las mujeres era que fuesen inteligentes, antes importaba si su apellido era de descendencia europea, antes era básico que quisiera verme vestido en pijamas, antes era necesario que sonriera cada vez que la saludara.
Ahora ando, sin complejos y caprichos, no interesa si me quieren o si simplemente soy un numero más en las listas de sus diarios.

Aprendí a besar sin tener taquicardia... aprendí a mentir a los ojos de mujer y aprendí que el alcohol puede volverte el ser más repulsivo al final de la noche.
Lo que aun no aprendo es a no llamarlas por tu nombre cuando las estoy besando, lo que aun no aprendo es que la historia del clavo con el otro clavo no es tan solo un mito urbano, lo que aun no aprendo es que no voy a encontrar en sus ojos a tus ojos pardos que hablan por si solos, lo que aun no aprendo es que un beso no es la unión de labios, si no la de dos corazones entrelazados por una misma pasión.