Despertar la conciencia
¿Siente hoy, señor lector, su cuerpo? ¿Sintió su respiración toda la mañana; cómo el calcetín hacía contacto con sus pies y a la vez con sus zapatos y el suelo? Para qué hablar de la gente con la que estuvo. ¿Se acuerda cómo lo miró la persona que pasó frente a usted a la hora de almuerzo? Así podríamos seguir con una sarta de preguntas, o podríamos ir directo al grano: ¿sabe si usted existe?
Probablemente usted se reirá –si es que no lo ha hecho todavía-. Quizás se miré a un espejo y al verse proclamará un orgulloso ¡sí, existo! Pero quizás, si es un poco más conciente de sí, puede que se miré y, ¡rogad para que no muera en el instante!, encuentre que no exista. Ojalá esta última sea su respuesta, porque así habrá comprendido que tenemos que morir para volver a nacer y despertar.
Puede que lo que siga a continuación le asuste.
Podría explicar cómo uno al actuar peca constantemente; podría, también, explicar cómo desdoblarse, e incluso como desarrollar ciertas habilidades. ¿Pero de qué sirven si uno esta todo el rato “dormido”? ¿Para qué aprender a controlar estas habilidades si no vamos a estar despiertos para gozarlas?
Veamos unos ejemplillos. ¿Le ha pasado que ha manejado a casa y cuando se baja del auto no sabe cómo llegó? Es decir, no se acuerda como manejó, las cosas que hizo durante el viaje, nada de nada. Sólo sabe que llegó a su casa. Entonces, ¿está despierto? Lo está cuando empieza a preguntarse sobre su existencia. Cuando empieza a sentir su cuerpo y lo que pasa a su alrededor; cuando se da cuenta de sí. Pero antes, no, antes no estaba despierto. ¿Cómo llegó? Por inercia llegó a su casa.
¿Alguna vez ha chocado de frente? Quizás esa sea una de las pocas veces en que verdaderamente se toma conciencia, a tal punto que uno se acuerda de todos los detalles que pasaron en esos cinco segundos. Uno podría hasta escribir un libro describiendo tan sólo esos instantes. Podríamos narrar cómo era la cara de la persona que venía en contra, los sentimientos que expresaba al saber que iba a chocar, la angustia y la impotencia de saber que iba a colisionar y no poder hacer nada. Quizás en ese intervalo usted sintió los latidos de su corazón (que seguramente en este momento pasan desapercibidos), su respiración y el contacto de la piel con el auto. Y así muchas cosas más, como las emociones que sentía, todos los pensamientos que se le pasaron por la cabeza y un sin fin de cosas…
Es tan grande el sabernos inconscientes, que pasa a ser un martirio para los que han tomado conciencia de esta condición, nuestra condición. Por eso mismo es que tratamos de despertarnos cada mañana sintiendo todo lo que pasa a nuestro alrededor. En un intento frustrado alcanzamos a lo más estar un minuto en ese estado, ya que nuevos pensamientos invaden nuestra mente y nos trasladan a otros “lugares”. Entonces volvemos a un estado somnífero hasta que nuevamente tratamos de sentir que vivimos y existimos. Con la práctica nos vamos dando cuenta que cada vez es más fácil sentir que existimos, y a su vez más fácil caer en ese estado de sueño.
El ejemplo más evidente es cuando soñamos despiertos, o en la noche. Pero ese es un tema que da para mucho más que quince líneas. Pero cabe señalar que seríamos muy felices si pudiésemos hacer concientes nuestros sueños. ¿La clave? Eliminar todo pensamiento que nos ataque, pero ojo, esto no significa dejar de sentir y percibir, al contrario, significa empezar a sentir y percibir nuestra propia existencia y las cosas que nos rodean.
Después de pensar un rato, podemos concluir que pasamos desapercibidos: nosotros del mundo y el mundo de nosotros. Vagamos buscándole un sentido a nuestras vidas ya sea en la FE, en los amigos, en el trabajo, la universidad, etc. Y en ese andar el del lado no nos interesa ni forma parte de nuestro cuestionamiento. Tampoco el mundo está pendiente de nuestras inquietudes y no nos va a tender una mano de ayuda. Entonces he aquí la pregunta del millón: ¿qué hacemos para agarrar conciencia?
Despertarla. Haga la prueba. Camine 10 cuadras y vea cuántos pensamientos hicieron que perdiera la noción de sí. Entonces trabaje en esos pensamientos y descubrirá que sí se puede agarrar conciencia. Al fin y al cabo, somos ampolletas cubiertas de barro que buscan dar a luz. Depende de usted el quitarse el barro y alumbrar el camino hacia la felicidad.
Saludos y Paz Inverencial |