El fuego consume prontamente los años retratados en un árbol, ¿qué tanto hará la distancia con nosotros? Borrará de nuestras mentes los propios rostros desdibujados, olvidadizos, pasajeros.

Me obligará acercarme a la distancia del beso que no puedo darte ya, me pondrá nuevamente en la disyuntiva de tirarte a la basura con todo y chivas, o de guardarte en una urna como cenizas de mis ancestros.

Nuestros rostros parecidos, que un día y muchos se tocaron hasta sudar, dejarán de fusionarse en la línea de un beso invertido que marque el amor... los despegará el llanto, los volverá polvo el viento y nos quemará el rencor.

El tiempo hará su infalible trabajo de llevárselo todo, incluso la necia memoria que esta noche te viene estornudando, mientras te escurres por la comisura de estos labios que se rompieron un día de tanto besarte.

Los rostros intrascendentes se borran prontamente en busca de nuevos ojos, o de certeros viajes a la tranquilidad que les dan los muebles, los amigos y los compromisos pendientes, como yo no tengo nada de eso, lento me desvanezco irremediablemente.