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Inicio / Cuenteros Locales / Keiji / 158) Surrealismo sin Dalí.

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Esto no es ese autorretrato en Cadesques sin caballete, ni el rafaelesco intento de cuello alargado de la muchacha de figueres, es acaso el retrato ausente de mi padre vacío, cubierto por el de mi abuela Rita cociendo un postre de Venus con relleno de cupidillos, su padre y su familia, o sea mis ancestros.

Es un cuadro donde la muchacha de espaldas al pie de la ventana se llama Etka, el asno podrído se llama juan, la naturaleza muerta viviente baila en derredor y en el claro de luna un maniquí monta la vaca espeta que se llamaba theldra.

Cristaliza el autor los primeros días de la primavera en los otros cuentos y Sadja acepta a Krady que le corresponde por vez primera lleno de su malsana complexión, mientras abrazados escuchan el rumor del mar en comienzo autártico en el retrato de gala.

Las sombras caen descendentes por la esquina ya demasiado inferior como para rebajarse a lamer las puristas botas del papito Kike, trozo de ruinas antropomorfas que con piel de cesta, arman el juego lúgubre del gran masturbador desdibujado.

Es la alucinación parcial del fotografo que captó ese breve instante con la aprición de las diez y seis cabezas de la familia comunista burgesa tocando juntos el piano, en los vestigios atívicos después de la lluvia que metamorfodeando al grán paraníoco de mi bisabuelo invisible, ayuda a la persistencia de mi memoria llena de relojes demasiado blandos.

Es la imagen del tiempo surrealista reflejado en un oleo sin lienzo, donde flotan dos chuletas de cordero, un puré de patatas con salsa negra y guarnición para el equilibrio sobre el hombro a las brazas tostado de mis tías, que tras el espectro del sex-appeal, preceden la llegada inminente de anamortésis crónicas, solteras desengañadas.

Se aprecia al fondo, un matíz de reminisencias arqueológicas del Arcangelus, una deconstrucción blanda con aires de judías hervidas en Valencia, España, sobre una mesa solar y el sueño saboreando el plato vacío del enigma desbrido de Hitler, tras la metamorfosis de Nasciso.

Es como la invención de los montruos hermosos, que tras el caballo ciego que muerde o lleva a su amo Horacio un teléfono sobre una cesta de pan, esquiva a la madona con el niño descorazonado que lleva en el pecho la búsqueda del sueño provocado por el vuelo de una mosca al rededor de una granada de mano, un segundo antes de explotar.

Sobre la pared de la habitación un cristo de cabello corto, con esferas de sangre hipercúbica tras la crucifixión del corpus moribundis, en el sueño robado de Cristóforo Colombo por Americo Vespuchius, que con un espejo invisible en la mano se para sobre la odalisa cibernética, mientras Keiji levanta la piel de la falda del cielo pacífico para mostrar a gala el fallecimiento de Venus y toda mi ascendencia que lentamente del cuadro va desapareciendo.

Texto agregado el 25-04-2005, y leído por 336 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
05-06-2006 No manches, cada día me sorprendes más y más, esta de poca manera te luciste. Excelente. Desde que empece a leerlo tengo una sonrisa dibujada y no se me quita aún. andyengel
25-04-2005 bien surrealista, la verdad doctora
 
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