Así volvía yo a casa: Por la madrugada negra, despegando con los "Doors" de la órbita recta pintada en mitad del asfalto, la flecha recien clavada en el costado y dejando brotar oleadas dulces de membrillo por la herida. Ah!, esos labios habían derretido en una milésima el noviembre frío instalado en los míos desde tan antiguo, desde aquellas glaciaciones adolescentes. Y ahí iba el mamut con chispas en los ojos, protegido por la densa soledad en que te deja la noche. Una sonrisa definitivamente viste la mueca siempre triste de esta boca. De repente un topetazo seco e indoloro y cristales rotos. El abismo retorciendose se vino a mí, tragándome, queriéndome matar. Pero ya era tarde; ya había perdido demasiado membrillo para intentar cualquier rescate. Me resultó tan fácil, grata incluso, esa muerte tan oportuna.