“Después de la tormenta sale el sol.”

Se lo habían repetido ciento de veces. Esa luz tan deseada, comenzó a asomarse cada vez menos, esporádicamente aparecía un raquítico rayo al que se aferraba con ilusión. Sin previo aviso, una corriente eléctrica atravesaba como un rayo su cabeza, un ejército de clavos y alambres remachaban su cerebro.

“Después de la tormenta sale el sol”

Intentó buscar la luz en un cóctel de pastillas. Despertó en un hospital, atontada, con los intestinos retorcidos cual víboras enfurecidas, con la desnudez de sus brazos dibujados con cicatrices, algunas viejas y otras tan recientes que aún sangraban. A su alrededor bailoteaban ojos acusadores, de reproche, de hastío. En sus oídos todavía retumbaban voces dando consejos, opinando sobre lo que no entendían. Se sintió culpable, por su debilidad, su inestabilidad, por su bipolaridad . Se sintió sola, rechazada y se refugió en los hijos del dolor, sólo ellos podían penetrar su alma.