Era 12 de julio. Joa se levantó, miró a su alrededor y sabía que día era. Comenzó a caminar lentamente y se dirigió donde dormía Líz, entró sin pedir permiso y la vio dormida, la quedo mirando un momento y suavemente se fue acercando, tanto que podía sentir su ternura le dio un beso suave en la mejilla y la despertó. Líz abrió lentamente los ojos y se alegró de verlo. Joa le entregó una rosa que recogió por ahí y le dijo “Feliz Aniversario” Él, le extendió la mano y Ella la suya, Líz se levantó sutilmente de donde estaba durmiendo y se dispusieron a salir.
Ellos estaban maravillados con poder pasear juntos. Hacía un año exactamente que no lo hacían, siguieron caminando y se dieron cuenta que sus vecinos estaban aun descansando. Un poco más lejos Joa volteó y vio que su blanca casa tenía un aspecto diferente como si el invierno le hubiera hecho mucho daño. Líz le cogió la mano y siguieron su trayecto, caminaron tanto que llegaron al lugar que siempre solían frecuentar, pero era extraño, nadie parecía verlos, era como si fueran transparentes para el mundo entero. No les importó y continuaron avanzando, pero ya no parecían caminar era como si estuvieran flotando. Joa la contemplaba con ternura, Líz solo acariciaba su rostro. Sus sentimientos no habían cambiado, seguían intactos y ellos lo sabían. Pasaron por un parque que les trajo recuerdos y decidieron sentarse, se preguntaron que habría sido de los viejos amigos, bueno de los que aun quedaban. Tanta fue la curiosidad que decidieron ir a visitarlos, pero no los encontraron, la mayoría había muerto o simplemente desaparecieron.
La tarde llegaba y no encontraron mejor idea que ir a ver a su hijo, cuando llegaron a la casa, antes de tocar escucharon una risa, era inconfundible era la risa de su hijo, decidieron no entrar y solo observaron por la ventana. Su hijo estaba muy bien y ya era padre, se sintieron muy felices por eso, pero tristes también por estar con él en ese momento, decidieron marcharse y seguir disfrutando de su día.
Tanto se amaban que no median el tiempo, y decidieron regresar a casa, pero aun no era hora de entrar. La luna y sus brillantes compañeras fueron el complemento perfecto para esa ocasión, Joa la invitó a bailar bajo la luz de la que todo lo ve en las noches, bailaron y bailaron se besaron, se abrazaron, se miraron y se quisieron tanto que tenían miedo que esa noche terminara. Pero eran ya las 11.59 de la noche y una luz muy fuerte apareció, Joa abrió mucho los ojos, estaba muy asustado, Líz solo agacho la cabeza y una lágrima mojó su mejilla. Era la hora de despedirse, cada cual debía de regresar. Ella le soltó suavemente la mano, él lloraba la despedida, ella se alejaba lentamente y él miraba como poco a poco ese ángel vestido de blanco se le iba.
Ambos caminaron hacia donde dormirían por una año más, hasta que se vuelvan a ver. Líz entro en su tumba y Joa la miró, una vez que la perdió de vista, dirigió su mirada al cielo con una expresión de lamento y entró en su tumba. Llegaron las 12:00 y el silencio de la noche invadió el cementerio.
El amor aun después de la muerte existe, si las almas son perseverantes. Nada ni nadie puede contra eso……..
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