Elisa:
Es probable que cuando recibas esta carta y te cerciores de quién te la escribe, te sientas molesta y hasta la rechaces, pues bien claro lo dijisteis, cuando me abandonasteis para ir con Jacinto, que nada más querías saber de mí. Pero te ruego que la leas hasta el final, ya que me dolería que lo que tengo que decirte, por conocerlo por extraños y no saber las verdaderas razones que me mueven en mi decisión, fuera para ti causa de desasosiego o te produjera arrepentimiento.
Tú bien sabes que desde que nos conocimos te he adorado con amor profundo, que se incrementó con el matrimonio y que ha perdurado aun después de dejarme. Y no podrás olvidar, que cuando me dijisteis que te ibas a vivir con Jacinto, si bien yo sentía que el corazón se partía en trizas y mi vida se desmoronaba, en nada me opuse, porque recordarás que te dije que si en ello hallabas la felicidad, aun a trueque de mi desespero por tu abandono, yo también me sentiría feliz al serlo tú.
Como el estar sin ti y sin que en todo momento pueda manifestarte el inconmensurable amor que te profeso me he percatado me causa un dolor tan profundo que me acompaña día y noche, y que ya no puedo resistirlo más, he decido aplicarle remedio inmediato y contundente mediante quitarme la vida.
Por eso te escribo, para que esta noticia la sepas por mí y, como es tanto mi amor por ti y me dolería que mi voluntaria muerte te produzca de rechazo algún remordimiento, que sepas que de ningún modo debes culparte de ella, sino sólo glorificarte por ser capaz de haber sabido inspirar este inmenso amor, que te profesa hasta la muerte
Ricardo
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