Te miro con los ojos aún cerrados, te tengo junto a mí, mejor aún, encima. Huelo tus hormonas palpitando tras mi contacto todavía, tengo tu piel falsa sobre mi cara, no necesita nada más si piensas en mí.

¿Qué hago pensando en tí? Te sigo invocando y tras sentir mis labios sobre esa tela satinada rozar hasta saborearte, te vengo pensando de a poco mientras haya un soplo en mis pulmones que lleve tu perfume impregnado hasta mi cerebro.

Un escalofrío recorre mi espalda y mis brazos hasta hacerme abrir los ojos, estás besando mi cuello. ¿Te cuesta tanto como a mí imaginarte tan cerca que siento tu murmullo en mis oidos y volteo como siempre para encarar tu rostro y robarte de un lenguetazo un beso felino?

No creo que llegues a tanto, pero por si acaso te preguntas lo mismo, lo mismo dí, ¿qué hago pensando en tí, si eres el viento lejano que retorna tras la ausencia que alberga la noche y el milagro de seguirte recordando?

Ya lo sé, estoy asumiendo el coste de oportunidad de seguirte amando, aunque como siempre el cartero no traiga la correspondencia a mi lado... todavía.