I
Y sucede que traté de quererte lo mejor que pude,
Todo el tiempo
En cada llamada, en cada pequeña nota,
en las veces que te escuché, y te pedí que hablaras
en las veces que formulé ensueños y pequeñas rupturas de rutina, en las rutinas de hecho, en esa sensación de complementariedad al tomarte de un solo dedo a la vez.
en las cursis caricias de labios,
en cada grito, en cada pelea, en cada desesperado acto de pedir tu atención, en llantos, en cada insignificante momento de silencio al observarte.
Trate de no tener falla alguna y al hacerlo fallé en un millón de cosas, pero al momento de estar fallando te amé lo más que pude,
traté de verte y tocarte con la más delicada suavidad de párpados, y en cada palabra que escuchaste o leíste de mis labios jamás hubo un pequeño descontento, una milésima de orgullo y quizás un poco de sarcasmo, pero jamás un desencanto.
Yo traté todos los días, a cada hora, de probarte y saberte por tu música, tu piel, o tus ojos, dándote la mejor Cé que me salió en cada instante.
Siempre supe que eras un pez raro de atrapar, en mi vasto océano.
II
Y ahora, después de haberme derramado gota a gota en mi propio océano, y tantas lágrimas de porcelana…
Me doy cuenta que no sos perfecto,
porque te fuiste.
Y con mucho esfuerzo vuelvo a sumergirme en esta vastedad con la lánguida consulta dérmica que hice de tus dedos, todavía palpitando indeseables en mi mente.
Volteo el rostro a tu demencia y con dificultad encuentro la risa en mi poesía.
Y te exijo: aquí, ahora! que me regreses mis palabras que con tanto empeño zurcí en madejas de tiempo, que me regreses mi duro pestañear y el suave volar de alas cansadas que te di, imberbe sobre la conciencia, y tonta al entregarme a un beso de manos-ala
que ahora proclamo vano en mi intensión
Exijo de regreso todo el amor que te quedaste y todos estos días en los que no pude escribir, porque ahora estoy recuperada y serán mías de nuevo las palabras y tuyos tantos silencios que gastaste en el más hondo escuchar taciturno.
Te exijo: a ti ,ahora!, mi ensayo sobre un parpado y todas las lunas que dibujé en tu espalda porque si algo tuyo tenía, de mis manos se escapa este día.
María Canela |