La noche caía, la ventana aún abierta dejaba entrar el frió intenso del viento que hoy como todos los días cubría la ciudad. Lo que no sabía ese aire helado y la ciudad en si misma, es que la habitación a la que llegaba no estaba del todo fría.
Ahora te miraba y tu respiración se hacia cada vez mas agitada y de una u otra forma lograbas llevarla al mismo compás que la mía, tus labios se hacían cada vez mas calidos, a pesar de la brisa que llegaba a nuestra piel, tu y yo no parábamos de temblar, pero no era un temblor cualquiera, este hacia parte de ese tipo indescriptible que surge cuando estas con la persona a la que amas, aquel que surge al rozar la piel de quien deseas, el que nace del deseo, la pasión y el amor.
Era la primera vez que estábamos allí, y sentíamos que lo real se escondía en lo mágico y tus besos cada vez mas calidos, inspiraban sentimientos de ternura y de deseo, algo que no se logra fácilmente; entonces, te detuviste, no sabía exactamente la razón, decidiste simplemente abrazarme, te recostaste sobre mi pecho, y acariciabas mi vientre y lo besaste hasta quedarte dormido entre mis brazos.
No recuerdo que hora era o tan siquiera cuanto te observe hasta rendirme en tu abrazo, solo se que te miraba tratando de descubrir la chispa dentro de ti que tanto amaba, pero entonces lo vi estaba en todo tu cuerpo, aquel día no solo te ame, te respete, y supe que tu habías sentido lo mismo, eso se noto a flor de piel.
|