Mira a tu alrededor, esas mentes te provocan,
te sepultan bajo el tenue paño del silencio,
sólo basta con un gesto, sólo basta con su aliento,
para que todo tu cuerpo se erice.
Pierdete en sus ojos, hundete en su mirada,
socaba su alma, apoderate de él,
cautiva su atención,
y desde ese instante aferrate a la quimera
de la que sólo ellos pueden gozar.
Embelezate en cada recoveco de sus seres,
penetra sus bosques y huele sus verdes,
recorre sus prados y eleva tu ser,
acapara tanto a sus lagos,
como a sus ruiseñores.
Pero no dejes que todo esto te atrape
y sigue destrozando con tus ojos todo esa pureza.
No vaciles en tomar esos cielos teñidos de tiza.
Y acoje a cuantos pensamientos ronden por su mundo.
Por fin, cuando entres en razón,
y asimiles tus alrededores,
dejate caer suavemente de espaldas sobre ese piso de nubes,
y una vez tendido sobre esos frescos catres,
dirije tu mirada a lo alto y eleva tu voz,
hasta que, quienes tienen la dicha de habitar en las alturas,
puedan oir tu bella canción. |