LE vieron algunos vecinos vagando por las calles con los ojos hundidos y la boca empequeñecida.
Vestía de oscuro, de súcio mas bien, como si durante horas se hubiese revolcado sobre la tierra. Era joven, de unos catorce años, tambén era alto y delgaducho, y poseia un gran atractivo, por lo que muchas personas fijaban sus miradas en él cuando lo veian atravesar las calles como si de un muerto viviente se tratase.
Nadie había escuchado aún su voz, nadie quería acercársele, pues cada día eran mayores sus morados y cardenales, que habían comenzado a cubrir su cara aniñada. Los vecinos ya sospechaban que sus padres lo maltrataban, y los rumores se extedieron entre cortinas de silencio.
Una mañana, algunos de los vecinos observaron al joven como se tambaleaba hacia el colegio, para asistir a sus clases. Y algunos se dirigieron a la guardia civil, a informarles.
Dos atractivos gendarmes se personaron ante la magnifica mansión, donde vivia el joven magullado, y picaron a la puerta tres veces, en cuestión de segundos se oyó un alarido que retumbó en las paredes.
Dos brazos verdes, de dos metros de longitud cada uno, surgieron como un rayo de entre las puertas de la entrada y arrastraron a los policias, aquella triste mañana, al interior de la vivienda entre gritos y patadas.
FIN
Lean "¡Que Sobren Los Perdedores!"
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