Ya no te espero, ya eché abajo ayer mi puerta, las ventanas bien despiertas, al viento y al aguacero, ya sé cuando, quien y cómo, llegarás a casa abierta. Ya no te espero, ya he liberado a tu patria, ciega de una espera larga… Gracias Silvio.
Ya no te espero, vendrás por llegar tu sola a la vuelta del correo, y la puerta abierta he dejado, para que nuestra unión deje de ser circunstancial y pasajera, cuando me vengas pensando si es que te signifiqué como tú, tanto. Estoy aguardando llegue el día soleado o la lluvia que provoques con mi llanto, pero ya no te espero a ti, porque finalmente de esas ataduras que te impuse te he por fin liberado.
Eres libre de llegar o de quedarte a su lado, de pensar en mí o de dejarme pensando, de contestar o mantenerte a la distancia que una negación me signifique matarte de a poco mientras te vaya olvidando y se muera algo de mí. Nadie tu lugar ha suplantado, pero me desperté sin tu sabor en la boca, te di por perdida y aún no te he olvidado.
Te suelto para que el viento del desierto te lleve donde sea justo llegar o mantenerte, si un día lo fuiste vendrás, si nunca sucedió la trascendencia te quedarás alejada de mi abrazo y de mi beso guardado con tu nombre, hasta que se desgasten tus fotos en mi mente almacenadas, y como ahora te deje libre de mí, de mi recuerdo contigo. Gracias por todo a tí.
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