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Se encontraron, en una de esas tardes de invierno, en las que el cielo se encuentra cubierto por una capa de nubes grises, que parecieran no decidirse a llover, y en donde el frío hace que las personas caminen más rápido, para llegar cuanto antes a lugares que seguramente estarán calefaccionados, y los espera un café o chocolate caliente.
Casi fue un tropiezo de parte de los dos, pero apenas se miraron, se reconocieron. Ella, con una bufanda que le cubría la mitad de la cara, abrigada con una campera de corderito, pantalones de vestir, una cartera y botas, demostraba que aún conservaba un gusto exquisito para vestirse. Fue la primera en saludar, y también en sentir la incomodidad inevitable de la situación. Había pensado en ese momento mil veces, tratando de imaginarse las posibles reacciones que podría llegar a tener, había ensayado caras y gestos, frases de todas clases, adecuándolas a diferentes respuestas, y a pesar de eso, la situación la había tomado por sorpresa.
El, mas alto que ella, llevaba los pantalones anchos de siempre, unas zapatillas gastadas y la campera que ella le había regalado con su primer sueldo años atrás, y que a pesar del uso parecia casi nueva
Su primera impresión al verla, fue el pensar que el paso de los años, no habían podido quitarle la belleza que siempre había admirado. Noto que sus ojos todavía conservaban una profundidad desgarradora; lo que lo obligó a desviar la mirada, mientras quedaba atrapado en un saludo del que no era posible escapar.
Basto que sus ojos se encontraran, para que los recuerdos que habían tratado de apartar con esfuerzo durante todo ese tiempo , se agolparan apelotonándose en la mente, logrando que el silencio tomara el control, solo por un breve instante, lo suficientemente largo, como para que se recuperaran del impacto de verse cara a cara después de cuatro años.
Fue una conversación convencional, donde trataron de hacer un breve resumen de lo habían vivido; pero teniendo la precaución de no tocar esos temas, que abrirían de forma inevitable las heridas que habían tardado tanto tiempo en cicatrizar.
Ella le contó de sus logros, con el aplomo en la voz, de quien está conforme con su vida, había estudiado mucho los últimos años, y le faltaban pocas materias para recibirse de abogada, carrera para la cual los deseos de su padre la habían preparada desde niña.
El habló mucho, pero de nada en particular, mencionando lugares que ella no conocía, y un trabajo reciente que empezaba a gustarle. Charlaron un tiempo, de todo y de nada, asta que cayeron en la cuenta de que era totalmente inútil hacer perdurar mas, algo que no conducía a ningún lado; y que, después de todo, les hacía mucho daño a ambos.
Ella, con su seguridad de costumbre, inventó una excusa que parecía convincente, dando inicio al final de la charla. Mientras acomodaba la cartera en su hombro por quinta vez, él notó su tristeza, una tristeza lejana, ya vieja, que parecía haber surcado su rostro incontables veces.
Sintió deseos de abrazarla, no ha ella, sino a esa criatura frágil que escondía tras una máscara perfectamente diseñada, para no demostrar la debilidad que la atormentaba por dentro. Pero se contuvo, porque ya era tarde, porque había perdido todo derecho a ella, a su mirada, a sus manos, a su cuerpo. Pero por sobre todo, porque hacerlo era dejar al descubierto, que el paso del tiempo, con su minutos irrecuperables, no habían cambiado el hecho de que se conocían todo y de todas partes. Pero no estaba seguro de que ella estuviese conciente de eso y de lo mucho que significaba para ambos.
Ella empezó a sentirse rara, de repente la incomodidad se hizo pesada, insoportable, y mientras acomodaba su cartera, percibió que él lo había notado, lo que aumentó su malestar. Pero no se permitió perder la calma, no con él en frente, no después de cuatro años de pensarlo, de calcularlo justo alli.
Solo levantó la cabeza, se enderezó y con los ojos clavados en los de él, le deseo buena suerte, y le dio un beso en la mejilla, como si lo hubiese saludado de esa manera toda su vida.
Él solo respondió a su saludo dándole las gracias, sin alcanzar a comprender del todo, si la quería dejar partir o no. Pero ella no le dio tiempo, se alejó dando pasos cortos pero seguros, mientras se daba cuenta de que no se estaba dirigiendo a ninguna parte, porque ya se le había hecho tarde para llegar a cualquier lado.
El la miró alejarse, parado, con las manos en los bolsillos, y cierto desconcierto en el rostro. Comenzó a sentir nuevamente como el frío lo invadia, y la siguió mirando asta que su silueta desapareció al doblar la esquina.
Después de unos minutos retomó su camino, pero sin dejar de pensar en ella, rememorando una y otra vez sus gestos, sus palabras, su pelo rebelde cayéndole de lleno en la cara, obligándola a apartarlo con la mano. Esa mano que él había tomado incontables veces, creyendo que era de él y para él. Cayo en la cuenta de que los años se le habían pasado, pero que ella le había quedado congelada en el corazón, junto con sus esfuerzos por dejarla a un costado de su vida.
Se acordó de las ganas inaguantables de llamarla, que le habian perdurado aún después de un año de separarse, de las noches en las que se emborrachó para darse valor, no para hablar con ella, sino para seguir sin hablarle, de los consejos de los amigos, de las mujeres que habían pasado por su cama, de las noches solo, de todo lo que ella no sabia, ni iba a saber nunca.
Cuando ella se dio cuenta que había estado caminando mas de diez minutos sin dirigirse a ningún lado, disminuyó la marcha y se sentó en el banco de una plaza, sin poder contener ya mas, las lágrimas que había guardado dentro de su orgullo tanto tiempo. Lloró por el, pero mas que nada por ella, por la falta de valor para decirle todo lo que él ignoraba, para contarle que en las noches, aún el dolor le exprimia el pecho, que había estudiado de una forma compulsiva solo para no pensar en él, y que no había estado con otro hombre, porque la sola idea de que alguien que no fuera él la tocara, le causaba una repulsión espantosa. Le quería contar hasta el más mínimo detalle de sus intentos por olvidarlo y de las tantas veces que creyó haberlo logrado.
Jamás el supo de las razones que la habían llevado a tomar la decisión de alejarlo de su vida, solo se permitió darle excusas, para esconder el miedo
Nunca lo culpó por odiarla, y no lo culpaba ahora por mostrarse indiferente, por quedarse parado mirándola alejarse, sin correr a buscarla, sin evitar que ella escapara de nuevo, cuando su único deseo era quedarse atada a él para siempre.
Comprendió con un dolor infinito que lo necesitaba en su vida, igual que antes, porque ya estaba cansada de extrañarlo.
Pero se trago los pensamientos y las ideas, como lo había hecho ya tantas veces, trato de convencerse de que estaba mejor sin el, sin lograrlo, se paró y llamo a un taxi, subió y le indicó que la llevara a su casa, donde seguramente se iba a poder sentir mejor. Se quedó absorta en sus pensamientos, mirando sin ver por la ventana, mientras el taxi detenía su marcha en un semáforo. Y no vio a la persona que caminaba por la vereda a unos pocos metros de ella, ni alcanzo a percibir que el llevaba a cuestas un amor en el alma, sin saber que era el mismo que ella llevaba en la suya. Sin notar siquiera su dolor .

Texto agregado el 17-08-2003, y leído por 369 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
23-12-2005 buen avance, por lo menos positivo... socrat3s
25-09-2004 Es un muy buen cuento, aún cuando no comparto la visión del narrador, en fin, merece 5 estrellas. Eso sí trata de corregir algunos fallos de tipeo y ortografìa, no que por ser pocos, dejan de afear un tanto tu texto. orlandoteran
19-09-2003 Una historia de amor solapado, con un buen final, que si bien es un poco típico, da cuenta de cómo es la vida. Me dio pena, y agradezco que seas capaz de transmitir sensaciones. Un saludos blanquita
28-08-2003 una historia que hace recordar citas, que hace creer en el amor. muy buena leo_lac
26-08-2003 no tengo palabras para explicar lo ke me iso sentir este cuento, para mi es revivir una historia ke estoy experimentando en este momento, con la diferencia ke esa persona ke tanto amo aun no la eh sikiera besado, y sin embargo temo perderla. Este cuento realmente me cautivo y me ayudo a recordar akel primer momento donde tuvimos una charla profundamente interesante ke nunk olvidare. malon
 
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