DE ZURDOS Y DIESTROS
"Para un nuevo amor con aroma a Mariana..."
I
Que me perdone el pasado
II
Doble por la mitad
III
Estoy en camino
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"A tus ojos que supieron
ser el espejo de mi alma"
I
Que me perdone el pasado
"Es un pequeño paso para el hombre, pero un gran paso para la humanidad",anunciaba la voz en la radio. Adolfo Segrob, "El ruso", como lo conocían lamayoría de sus lectores, descreía de que un 'cuete' (así los llamaba él)pudiera llegar a la luna, incluso descreía de la posible existencia del mismo. Prefería creer que los Estados Unidos habían montado otra de sus superproducciones al estilo holywood, para refregar al mundo su poder.
"El ruso" en verdad era polaco. Había nacido en Opole, un pequeño pueblo al sur de Polonia, en el año 1916. Vivió allí hasta los 23 años, edad en la que abandonó a su religiosa familia, su trabajo y al recuerdo de su fallecida novia Berta, recalco, y al recuerdo de su fallecida novia Berta, para viajar a Buenos Aires, mas específicamente al barrio de Villa del Parque,
lugar donde pasaría sus últimos 30 años. Allí se instaló en "lo de Carito", una pensión que poseía un solo baño para todos sus ocupantes, dato que no es menor si queremos destacar la modestia del lugar y obviamente de Don Adolfo el escritor.
Su pensamiento anti-yanqui junto a su cansancio rutinario por esas horas lo llevaron a apagar la radio. Le rezó a Dios como cada noche, agradeciendo por lo que tenía y pidiendo por lo que quería tener. En sus plegarias solía acordarse de Berta su gran amor, repito, de Berta su gran amor. Seguido de sus plegarias se persignó. Tomó la bolsa del cajón de la mesita de luz, su
cepillo de dientes y se dirigió al baño. Abrió la canilla de agua fría, un poco la caliente y se cepilló los pocos dientes que aún le quedaban, cerró la fría y llenó la bolsa. Hizo unas muecas frente al espejo y rió mientras se dirigía a su habitación. Emprolijó un poco los harapos que cubrían su cama (soy generoso al llamarla cama) y como cada noche colocó la bolsa de agua caliente a sus pies. Una vez terminado el ritual se acostó y murió por un instante (así denominaba él al acto de dormir, incluso el hacerlo en su primer libro "Que Suerte Tiene Usted de Leerme" le valió el premio de La Real Realeza.)
La ventana guacha de cortinas no opuso resistencia alguna a los primeros rayos de sol. El amanecer lo despertó, pero no logró levantarlo del lecho. Segrob, remoloneó un rato en su proyecto de cama. Le costaba mucho levantarse. Cada vez más. Esto se debía a su falta de compromisos y responsabilidades (se sabe que una persona sin obligaciones, vive muriendo lentamente)
Don Adolfo tenía la sensación de que había soñado, pero no sabía con precisión con que o quién. Trató de recordar cual fue la última imagen que retuvo antes de dormirse. Hizo un breve repaso, y recordó a los astronautas.
No estaba seguro de haber soñado con la luna, pero igual le parecía razón suficiente para levantarse y prender la radio a ver que 'barrabasadas' decían ahora. -"Tras haber derrotado por 4-2 al River Plate, Chacarita es el nuevo campeón del futbol argentino. ¡Felicidades Campeón!- informaba "el gordo Muñoz" con falso entusiasmo de relator.
-¡Que carajo me importa! -pensó el ruso, que poseía menos cultura futbolística que la Santa Biblia de su Dios Todopoderoso.
La radio era el único medio de información que tenía don Segrob. No tenía televisión (ni deseaba tenerla), tampoco leía los diarios. No sabía leer.
Sus libros los escribió con la ayuda de Carito, dueña de la pensión (tocaya suya) a la que hizo protagonista de un efímero amor (como todos los amores entre un polaco y la dueña de una pensión).
Cambió el dial y encontró un debate sobre el tema que tanto criticaba pero que tanto lo atraía (actitud muy común en nosotros, los humanos). Tomó la Spika, su cepillo de dientes y camino al baño saludó muy cordialmente a sus vecinos, (a los que merecían sus buenos días y a los otros) La puerta del mismo se encontraba cerrada. Indicio de que podía estar vacío u ocupado.
Para suerte de Adolfo estaba ocupado, (para mala suerte mejor dicho) Odiaba esperar. Odiaba tener tiempo para esperar. Luego de diez minutos Carito
desocupó el baño acusando un: -Cosas de mujeres. Incómodo desvió su mirada a un costado y asintió con su cabeza. Apuró el paso y cerró la puerta (con él dentro ¿cabe aclarar?). Instalado, comenzó su rutina. Un poco la caliente, toda la fría, los dientes, vaciar la bolsa, la mueca al espejo y la
sonri...
Se quedó paralizado unos segundos. La radio cantaba una canción de los Beattles. No lo podía creer. Cerró los ojos. Pensó en Berta, repito pensó en Berta. Los abrió. Respiró profundo. Miró el espejo nuevamente y ...
Era cierto. Su mente no lo había engañado. No era producto de su imaginación... Su doble no lo copiaba. La simetría perfecta ya no existía.
Comenzó a sudar. Un terremoto se desató en sus manos. Desesperado tomó torpemente el picaporte de la puerta y... estaba trabada (que raro). No
podía salir. O al menos eso creía.
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II
Dob le por la mitad
La música del lugar distaba bastante de la de esos "ipis" (así llamaba a los hippies). Acostado en una cama (y no soy generoso al llamarla así), mucho
más confortable y cómoda que la de su cuarto se halló vestido solo con una daltónica bata celeste. Las cuatro paredes del cuarto estaban acolchonadas.
Ignoraba cuanto tiempo llevaba allí. Muy relajado (no por decisión propia) recordó que los protagonistas de sus sueños habían sido Berta y un espejo.
Por la tarde (él ignoraba que momento del día era), el Dr. Bioy lo visitó.
Hecha una presentación muy protocolar el doctor indagó al Ruso.
-¿Que es lo último que recuerda señor?
-Carito, el baño, el espejo...
-Que pasó con ese espejo. -Interrumpió el Dr. Bioy
El Ruso suspiró, hizo un silencio necesario (para él) y preguntó como había llegado ahí.
-Se encuentra aquí internado por que uno de sus vecinos lo encontró tirado en el baño de la pensión llorando y gritando: "-¡No me copia!"- dijo tomando
sus manos.
-Relájese y cuénteme que sucedió con el espejo. -Siguió.
Luego de reubicar las piezas en su cabeza Segrob describió los hechos con detalle de escritor, convenciendo al doctor de la veracidad del hecho. Tal fue el poder de convicción del ruso que el prestigioso doctor propuso darle el alta médica si podía comprobárselo. Don Adolfo solicitó un lápiz, una hoja y obviamente... un espejo. El ruso escribió su nombre y su apellido.
Temeroso acercó el papel buscando el reflejo en el vidrio que sostenía el Dr. Bioy. Segrob conmocionado ,sus labios con imprecisas lágrimas adornó. El Dr. Bioy observó que el doble de don Adolfo lo copiaba a la perfección, pero la leyenda en el papel era otra, (es sabido que el espejo escribe en sentido contrario al nuestro; ¡Bah!, a esta altura de mi vida eso creo). El apellido
estaba bien escrito, pero el nombre no era Adolfo. El que se podía leer en el espejo era Jorge Luis.
Luego de unas semanas cambió el encierro del manicomio por el de su habitación. Durante tres semanas no se lo vió por los pasillos de "lo de
Carito", ni por las grises calles de Villa del Parque.
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III
E stoy en camino
Una mañana Carito tocó a mi puerta. Durante mucho tiempo (incluso meses antes de que muriera) fui su confidente. Recuerdo que en el comedor,
mientras desayunábamos me comentó su preocupación por la salud de Don Adolfo. Decía que desde el acontecimiento del bendito espejo, no comía, no dormía, no vivía, solo escribía.
-¡Solo te dicta!- La interrumpí mientras asesinaba la sexta medialuna -Te hace perder tiempo con el asunto del libro ese y encima no te paga un mango.
Hace tres semanas que te tiene noche y día escribiendo. No puede ser que te dejes usar por "el Ruso". Ya te lastimó una vez. ¡Dejate de joder! Te vas a terminar enfermando vos. Acaso no sabes que él amó, ama y amará por siempre a Berta, reitero, amará por siempre a Berta- Le dije con crudeza y con la esperanza de que por fin se diera cuenta del desamor del polaco.
No lo hice por amistad. Yo amaba a Carito. Tal vez por la diferencia de edad nunca nos dimos la oportunidad. Prefiero pensar eso, para no buscar la
muerte.
-Vos sabes que ya estoy vieja y enferma, y que en cualquier momento me regalan el arpa. Quiero ayudarlo. Somos lo único que tiene. Lo último que
tiene.- Lloraba mi Carito.
-No puedo entenderte-. Dije con la boca llena.
-¿Vas a ayudarme? ¿si o no?
Apurado terminé mi café y la conversación con un enamorado: -¿Qué querés que haga?
A la mañana siguiente subí las escaleras que conducían al cuarto de Segrob.
En el transcurso del camino, prendí un cigarro. Pensé en que le diría, en como reaccionaría al ver que me acercaba luego del incidente. Al final del
pasillo Doña Ofelia salió del baño y cruzó la habitación del Ruso y se dirigió hasta mí. Me saludó y me dio un marcador de color negro. Me miró
fijamente y me sugirió que llame a la policía. Me besó la mejilla y se dirigió a su cuarto. Algo confundido caminé unos pasos hasta la puerta de su
cenicienta habitación. Bajo mis pies una mancha de humedad que conducía al 'orgullo' de la pensión: el baño. Golpeé la puerta, y tiré el cigarrillo.
(Al ruso no le agradaba que fumen.) Del otro lado el silencio. Golpeé mas fuerte. Pero la nada respondió. Intrigado cerré mi ojo izquierdo y acerqué el derecho a la mirilla, pero desde mi lado se veía todo nublado (así funciona correctamente una mirilla.)
Sin pedir mas permiso preocupado abrí la puerta. La ventana estaba abierta. Una botella derramaba un pisco barato sobre la mesa. Algunas hojas manchadas de tinta querían decirme algo. Carito entró al cuarto. El ruso no estaba.
Ella quebró en llanto. Luego de casi cuatro semanas Adolfo abandonaba su mundo irreal. Una suave brisa desparramó las hojas por todo el cuarto, y
sobre sus pies borrachos de alcohol, descansó la indicada. La leyó. Lloró mas intensamente. La abracé, sin preguntar nada. Sus ojos no paraban de
llover. Luego de unos segundos tomó mi mano y me guió hasta el baño.
Al abrir la puerta (esta vez no estaba trabada, ¡que raro!), vi al Ruso tirado contra la pared que sostenía el astillado espejo. Su serena mano
izquierda sostenía el pedazo de vidrio con el que había dibujado en su muñeca opuesta el profundo corte final. En el piso sobre un lago de sangre
navegaba una hoja que con ajena letra negra aclaraba: "Berta, amor mío, perdóname por haber sido tan egoísta y no haber ido antes contigo. Creí
poder vivir solo con tu recuerdo. Pero ya ves, estoy en camino mi dulce Berta, repito Estoy en camino..."
Luego de la muerte de Don Adolfo "el Ruso" Segrob, y poco antes de la suya (cuanto dolor sentí aquel día que se fue a seguir sufriendo por él), Carito
recopiló los escritos que su amor le había dictado durante tres agónicas semanas, y editó el libro "de Zurdos y Diestros" el cual comenzaba así:
"A tus ojos que supieron
ser el espejo de mi alma"
I
Que me perdone el pasado
"Es un pequeño paso para el hombre, pero un gran paso para la humanidad..." |