Desde el fondo de todo
lo que tengo,
me faltas.
César Calvo, Poemas bajo tierra
Varios la rodeaban sonrientes. Cerró un momento los ojos, su corazón latía demasiado rápido. La emoción y el suspenso, la espera larga por ese regalo soñado.
¡Aquí está! ¡Es muy linda! escuchó. Al fin iba a tenerla. El tiempo se detuvo y se deshizo en suspiros cuando la tuvo cerca. La visión de su carita hizo resbalar lágrimas de alegría. El cabello claro, ojos verde oscuro, nariz respingada y labios rojos. Era perfecta!
Tristeza, soledad y desencanto se alejaron de ella bruscamente, al menos por ese instante mágico.
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Miraba sus zapatos de charol blanco, mientras su madre paseaba el cepillo por su cabello largo. Cerró los ojos presintiendo el jalón final y la hebilla sujetó el cabello en una media cola, los rizos castaños rozaron sus hombros. El vestido de gasa rosa y la medalla de su bautizo enredándose en los botones del canesú completaban su atuendo. Estaba lista para su fiesta de cumpleaños.
Eres una muñeca, dijo mamá, con ojos llenos de cariño.
Ella sonrió, pero un trocito de su corazón dió un vuelco, la frase disparó una imagen y casi dolió: esa muñeca de rizos perfectos y vestido blanco, parada en la vitrina de esa gran tienda del centro, que había imaginado por un momento poseer, aunque sabía que no era posible que se la compren. Recordó el esfuerzo con que desvió la mirada de la preciosa carita de loza, medio oculta entre los vuelos de encaje del sombrerito color lila.
Pensó en sus queridos juguetes: el elefante azul que compartía su almohada, las tazas pequeñas de loza blanca, el cochecito de bebé con tapasol rojo y su "Lili" que tenía muchos vestidos y hasta una peluca. Pero esa muñeca era hermosa, no podía evitar quererla, parecía un bebé de verdad.
Sacudió la inquieta idea de su mente. Pronto llegarían los invitados y llenarían con risas la salita decorada con cadenetas de papel crepé de colores, que ella misma había ayudado a armar. Estaba impaciente y apenas oyó el timbre, corrió a ver quién había llegado.
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Sonrió, cuando los recuerdos se alejaron. Las risas, felicitaciones y comentarios continuaban a su alrededor, mientras ella la tomaba en brazos.
Mi muñequita linda, susurró emocionada, mientras dejaba un beso en la cabecita, aún resbalosa, de su hija recién nacida.
Para Gracie
HG - Abril 2005 |