HISTORIA DE UN SUICIDIO I
Mi nombre es José, tenía 22 años, y era el niño de la casa, es decir, de los que después de clase en la universidad llegan a donde su mamá para que le sirva el almuerzo, y luego estudiar, y tal vez si queda tiempo, sacar al perro al parque. En uno de mis cumpleaños conocí a una mujer que me impresionó con su espectacular cuerpo, se llamaba Rebeca y aunque era un poco mayor (30 años cumplidos para ser más exacto), se fijo en mi como nunca lo había hecho ninguna otra mujer en el mundo, ya que por esa época yo no había tenido la primera novia, tal vez debido a mi forma de ser bastante “infantil” por decirlo de alguna manera. Empezamos a salir y mientras yo la llevaba a los sitios comunes donde una pareja de novios adolescentes suelen ir (como parque, cines u otras cosas), ella me enseño lo que era compartir todo un día en un motel, me enseño a hacer el amor, cosa de la cual yo no tenía ni idea, y sí, me enamoré, o más bien me obsesioné, empecé a mentir en la casa para tener más dinero y así, todos los días después de clase nos íbamos a tener sexo, de una forma que para mi era descomunal; de la misma forma empezamos a viajar a la costa, y yo, el niño que toda la vida había sido el más honesto del mundo, comencé a mentir, a inventarme cualquier cosa para tener dinero y viajar, cosa de lo cual mi mamá empezó a sospechar y comenzó a ver esa relación como una “mala influencia” como dicen las madres. Así duramos casi cuatro meses hasta un día de agosto, fecha en la cual se celebra en mi ciudad el festival de la cerveza, al cual fuimos ella y yo, y además una amiga de ella, un poco más veterana que Rebeca, pero muy alegre y me impresionaba por la forma de beber sin respirar toda la cerveza que le colocaran en frente. Llegó la noche y no lo niego, estábamos un poco ebrios, y mi novia me propuso que nos fuéramos para un motel los tres, cosa que me pareció un poco extraña pero a la cual accedí, llegamos allá y debido a nuestro estado de embriaguez nos quedamos en la cama Rebeca y yo, y la amiga que por cierto se llamaba Luisa decidió que se quedaría en el sofá, a pesar de mi insistencia no cambio de opinión, y la verdad yo quería tener sexo esa noche con Rebeca pero la verdad estaba tan ebrio que al colocar la cabeza en la almohada quedé dormido hasta el amanecer. Cuando me desperté, noté que Rebeca no estaba a mi lado y que había alguien en la ducha, lo cual me animó para que de un saltó llegara al baño y abriera la puerta en donde encontré a Rebeca y a su amiga Luisa (que por cierto había olvidado cuando desperté) besándose de una forma animal, con sus cuerpos desnudos y sus dedos en partes que no me animo a recordar, fue tanta la impresión que cerré la puerta, me di media vuelta, me vestí como pude y salí corriendo y no pude parar de llorar durante horas sin dejar de pensar en esa imagen donde me di cuenta que Rebeca no era solo mía sino que le gustaba su amiga Luisa, y quién sabe desde hace cuanto tiempo eran amantes.
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