Mis años de Universidad y algunos posteriores los pasé en Salamanca. Vivía cerca del río, y muchas noches volvía a casa bajando la cuesta de Tentenecio, situada en la zona vieja de la ciudad, calles estrechas y un tanto oscuras y abandonadas… Una noche me sorprendió encontrar un coche de la policía estacionado en esta calle, más que nada porque se trataba de una estrechísima calle peatonal y el auto ocupaba gran parte del callejón. El hecho se repitió en las noches sucesivas. Parecía que el barrio había ganado en seguridad ciudadana.
Esto ocurrió en marzo de 1995, ya hace más de diez años. Durante noches y noches la policía siguió montando guardia en un lugar por donde antes la gente pasaba sin pena ni gloria, en su camino desde al Puente Romano hacia las Catedrales. Quizá algunos volvían los ojos hacia una bonita portada barroca, bonita, aunque nada especial en una ciudad donde casi cada piedra y cada edificio están cargados de historia, arte y belleza. Se trataba de la entrada al Archivo Nacional de la Guerra Civil Española, tan de moda en estos días en España.
Recuerdo que, por aquellos días se organizó una manifestación a la que los salmantinos acudieron enfervorizados a defender su Archivo de las ávidas garras de los catalanes. En Barcelona se organizaron manifestaciones paralelas para recuperar lo que les había sido vil y cruelmente sustraído en los años de la guerra y postguerra. Posiblemente antes de eso, la mayoría de ellos, catalanes y salmantinos, ni siquiera sabían de la existencia de los documentos ni del Archivo, pero allá fueron, a levantar sus voces por la defensa de lo que consideraban suyo, según los políticos del momento les estaban haciendo creer.
Yo no fui a la mani ni firmé en el libro que el Ayuntamiento de Salamanca había dispuesto para recoger firmas en defensa de los papeles. Consideraba que, antes de hacerlo, debía informarme sobre el asunto: qué contenían los dichosos papeles, por qué estaban en Salamanca, por qué los reclamaban desde la Generalitat de Cataluña. A día de hoy sigo sin esa información, bien es cierto que no me he preocupado mucho de buscarla, imagino que por falta de interés, porque, ¿qué interés pueden tener para mi unos documentos polvorientos del año de maricastaña? El mismo que pueda tener para casi todos los salmantinos y catalanes de a pié, es decir, ninguno. Y sin embargo, bien se encargaron políticos de aquí y de allá, de enfrentar a ambas ciudadanías. Intereses tendrían estos políticos, ya que ese mismo año, la defensa de los papeles sirvió al Sr. Málaga, alcalde de Salamanca, para revalidar su cargo en las urnas, y algo parecido ocurrió en la Generalitat catalana. Intereses tiene hoy el mismo Sr. Málaga, Subdelegado del Gobierno en Salamanca, cuando, después de diez años parece haber olvidado aquella su cruzada, para achantarse a lo que sus amos en el gobierno central prefieren.
Ahora vivo en Barcelona. Un amigo me preguntaba ayer que cuántas veces los catalanes me han pedido que les traiga “los papeles de Salamanca”. Como curiosidad le contaba que una de las últimas veces que viajé a Salamanca me dejé caer por el famoso Archivo. Hablando con el guardia de la puerta, un tío enrollaete de verdad, le comenté que amigos de Barcelona me pedían que les llevara los papeles. Ante eso me acercó la papelera y, con cara de guasa, me dijo que si me valían los que allí había, porque en el aspecto físico eran muy similares a los otros, y además tenía la sensación de que tampoco valían para mucho más.
El mismo amigo compartía conmigo lo absurdo de este enfrentamiento, máxime cuando vivimos en la era de la informática, en la cual los papeles han pasado a ser papel mojado, y cualquier documento en soporte informático puede ser patrimonio de muchos.
Lo triste de este asunto no es que los papeles estén aquí o allá, que lo mismo nos da, sino que ejemplos como éste, de cruzadas del siglo XXI, surgen a diario, todas las que dividen a los pueblos por razones de tierra, tradición, religión, nacionalismos, lengua y “papeles”. Como triste es que la sensación de que los políticos no tengan nada mejor en que emplear su tiempo, sus fuerzas y recursos, con la de cosas importantes que hay por hacer.
Barcelona, 19 de Abril de 2005
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