Hurga el cepillo sin pasta
el sarro de amarillos dientes.
Sangran enojadas encías
la saliva pasto del paladar.
La lengua saborea la muerte.
Nada entre verduras opacas
y cremas de carne rancia.
Incisten sus cerdas duras, viejas,
entre molares y colmillos gastados.
Escapa ceniciento hilo de baba
por la comisura de sus labios finos
manchando espesa su barba
que gotea sobre su pecho
repleto de pus encapsulado.
Luego, un buche cargado de despedidas
decora la vacía pileta rajada.
Seca con la toalla de siempre
su boca. Su cara.
Su Ser todo.
Ríe al espejo.
Eruta restos.
Rasca su gordo trasero.
Sin uñas.
Moja el peine de pocos dientes
y peina su vergüenza para atrás.
Deja sus chinelas al pie de la cama.
Se recuesta.
Besa a su mujer
con pasión última.
Chupa su lengua puta.
Violento toma su frágil brazo
y se masturba feroz con él.
El sonido de las pulseras agitadas
lo excita aún mas.
Lo estimula.
Más.
Aún más.
Acaba.
Ella limpia con la sábana su cara.
Su brazo. Minuciosamente sus dedos.
Se tapa.
Deja su espalda desnuda para él.
Duerme.
Enamorado, se desvela mirándola.
Amándola,
como ama usted
lector.
Como amo yo.